
“Aquí hay mucha gente que trabaja del diario […] no hacen caso porque tienen una necesidad diaria y el gobierno no ha respondido. La gente se va a morir de hambre en la casa si no tienen de dónde comer.” Maricruz relata la situación que miles de personas enfrentan en Ecuador con la emergencia sanitaria. La pandemia está agravando las brechas sociales ya existentes, cuando el #QuédateEnCasa se vuelve un privilegio de clase, porque la gran parte de la población ecuatoriana vive del trabajo informal, fuera de cualquier sistema de protección social, sobreviviendo del trabajo diario. Estando la necesidad de por medio, se debe salir a buscar unos dólares, aunque esto signifique el contagio. En Ecuador, miles de familias dependen de este trabajo, que, en cuarentena, queda imposibilitado. Son miles de personas a las que el gobierno da la espalda, sin generar políticas públicas para dar respuesta a esta crisis social y protegerlxs.
Ecuador, siendo un país relativamente pequeño en temas poblacionales en comparación con la región, es el segundo país que más contagiadxs reporta en toda América Latina. La provincia costera de Guayas presenta el 75% de los casos. Es precisamente en esa provincia que se encuentra la Isla Trinitaria, una isla en la que habitan Lenny y Maricruz, mujeres que entrevistamos para este artículo. Isla Trinitaria es un sector en el sur de la ciudad de Guayaquil. Nace como un asentamiento urbano-popular que a lo largo de los años va ampliándose en número de habitantes. Una isla rodeada por varios ramales del Estero Salado, que recoge una gran diversidad cultural – sin embargo, una gran cantidad de su población se encuentra en condiciones de pobreza. La isla tiene accesos mínimos a los servicios básicos, en aglomeraciones de viviendas de una calidad por debajo de la media, donde para ganar votos en la década de los 60, los políticos clientelares entregaban terrenos baldíos privados que eran invadidos. Hoy en día, la gente en la isla se organiza a través de cooperativas. Según el último censo poblacional de 2010, en ella habitan unas 21.074 familias.
En Guayaquil, la población se enfrenta al virus en un contexto donde se ha recortado en el último año aproximadamente el 30% del presupuesto de salud a nivel nacional, ¿podríamos imaginarnos cuántas camas, insumos y personal de salud implica ese recorte? Guayaquil mantiene una política racista y gamonal, donde lxs alcaldes han sido una fiel representación del despliegue de una gestión biopolítica y necropolítica, donde ciertas vidas valen la pena de ser cuidadas y protegidas, mientras otras son descartadas. La administración municipal ha concentrado sus esfuerzos en crear “lugares bonitos” para el turismo extranjero y la gente de clase media y alta, mientras cerca – y hasta “esconde” – los asentamientos urbano-populares a los que no entrega recursos. Con la pandemia, el gobierno local ha decidido desplegar sus herramientas securitistas y militarizar la ciudad, siendo que,en realidad, las zonas que se militarizan son las más precarizadas. Como dice Paul B. Preciado “el virus actúa a nuestra imagen y semejanza, no hace más que replicar y extender a toda la población, las formas dominantes de gestión biopolítica y necropolítica que ya estaban trabajando sobre el territorio nacional” (2020).
En los últimos días, han sido reiteradas las denuncias del sinnúmero de abusos contra la dignidad humana efectuados por las fuerzas policiales y militares. Gente indigente, habitantes de calle y pobladores de barrios populares han sido golpeadxs, obligadxs a comer carne cruda, rapadxs la cabeza, rayadxs la cara como “castigos” por no respetar la cuarentena. Además, es necesario tomar en cuenta que históricamente la militarización de los territorios representa el abuso sexual y la violación a mujeres. Sin duda, este despliegue es un espejo de las políticas racistas, coloniales y clasistas del Estado ecuatoriano. A estas violaciones de derechos humanos, se suma el desabastecimiento de servicios básicos para sectores precarizados, entre ellos, barrios como Isla Trinitaria, Monte Sinaí, Sociovivienda o Nueva Prosperina. “Aquí en Guayaquil se corta muchísimo el agua a las personas, sobre todo en los sectores populares porque para los ricachones nada. Acá siempre cortan” denuncia Maricruz.
El texto que ahora presentamos está situado en las experiencias de Lenny, Maricruz y Jaqueline, tres ex trabajadoras remuneradas del hogar de la ciudad de Guayaquil que son parte de la UNTHA (Unión Nacional de Trabajadoras Remuneradas del Hogar y Afines). Durante estas semanas, ellas han estado pendientes y monitoreando la situación de sus compañeras, otras trabajadoras remuneradas del hogar. Por ejemplo, ellas nos comparten que existen casos de mujeres que continúan trabajando “puertas adentro” aún cuando sus jefes no estarían tomando precauciones e incluso salen sin mascarilla. Existen compañeras que han dejado de trabajar pero que no recibieron ningún pago por su trabajo de marzo, es decir, ni por las dos primeras semanas del mes que trabajaron. O como nos cuenta Jaqueline “mi hermana el día que fue, uno de los jefes, porque ella trabaja como en cuatro casas, estaba enfermo. Es irresponsable, no le avisaron que no vaya”.
Desde el feminismo defendemos la vida en todas sus dimensiones, las discusiones y aportes justamente giran alrededor de poner la vida en el centro. A partir de esta idea, debemos nombrar algunas actividades que nos permiten vivir como la alimentación, el acceso a la misma, la salud, una vivienda digna y sin lugar a dudas el cuidado. Paralelamente la humanidad debe gozar de sus derechos a partir del estudio, el trabajo bien remunerado y tener tiempo libre para el ocio y el disfrute. Estas acciones son parte de una cadena de interdependencia que no se manifiesta de igual manera en toda la sociedad. Las clases medias y altas muchas veces pueden resolver parte de esta cadena de supervivencia pagando para que otras personas realicen, por ejemplo, el trabajo de cuidados, el trabajo remunerado del hogar y, como hemos visto en pleno contexto de pandemia, también pueden pagar a otras personas para que compren por ellxs los alimentos a través de plataformas digitales.
Ahora, lo que nos reúne en este texto es evidenciar qué sucede en otros contextos periféricos, donde no se nace con derechos, donde “se vive al día”. “Vivir al día” quiere decir que una persona vive de las ventas o servicios que realiza diariamente, como por ejemplo: vender agua en la Perimetral, trabajar tres veces por semana lavando ropa, cuidar carros en una calle, coser en un taller y ganar por prenda o trabajar en la construcción. Esta condición implica una precarización de la vida y en el contexto actual, una búsqueda permanente por la supervivencia. En Ecuador, el 46% de trabajadores lo hacen en la informalidad, representando aproximadamente 3 millones de personas (INEC 2018, El Telégrafo 2019 y Cordes 2020). Esto quiere decir que esta población actualmente tiene problemas para resolver una necesidad vital: comer.
Lenny describe que “las compañeras si están en sus casas, pero no hay plata. Por ejemplo, las compañeras que lavaban, limpiaban casas al diario, ellas que no tenían seguridad social están todavía peor, ganaban al diario. La gente que tenía su peluquería son gente que no tienen ni para comer… No sé cómo estarán haciendo estas personas, para ellas la situación está bien crítica y con niños es más difícil. Las compañeras migrantes siguen en las casas con los empleadores, ellas trabajan puertas adentro cuidando a adultos mayores. La gente migrante venezolana trabaja puerta adentro”
Estos testimonios reflejan las condiciones de subsistencia del “vivir al día”. Condiciones que están sumergidas en la precariedad producto una desigualdad social histórica donde la riqueza se ha concentrado en pocas manos. Una concentración colonial, patriarcal y capitalista. Pero también, los análisis, lecturas y denuncias de Lenny, Maricruz y Jaqueline demuestran la complejidad del cuidado; los matices de los cuidados. Ellas representan a las trabajadoras remuneradas del hogar y también, en sus preocupaciones está la supervivencia en sí de sus familias, las responsabilidades que tienen en sus hogares como la mayoría de las mujeres, que en muchos casos han aumentado a partir del aislamiento. Y nos surgen más preguntas ¿quién cuida a las mujeres, a las cuidadoras, a las trabajadoras? ¿quién cuida a las mujeres jefas de hogar que están enfermas y no pueden interrumpir sus tratamientos? ¿qué pasa con las personas que no pueden vivir sin una persona que esté a cargo de su cuidado? ¿cómo están esas mujeres migrantes – muchas de ellas venezolanas – afrontando la crisis? ¿si se enferman, a ellas quién las cuida? ¿si de su trabajo en Ecuador subsistían sus familias en Venezuela, ahora en cuarentena, quién les manda remesas a esas familias?
En este contexto, la precarización se esparce por el barrio. Lenny continúa: “la gente que tuvo recursos pudo proveerse de alimentación, es muy diferente, ¿y si no tiene plata para comprar cómo le hace? esa es la desigualdad que hay”. Aquí se evidencia las dificultades para sobrellevar la cuarentena sin recursos y con hambre: “hay gente que vende cosas, cortauñas, frutas, agua, esa gente está en su casa, ganaban sus 5, 6 dólares trabajando todo el día aunque sea para dejar para la comida porque por ejemplo hay familias que trabajan toda la familia, hay una señora que trabaja, sus cuatro hijas y el marido también y son comerciantes así ambulantes, venden agua, jugo, pero ahorita no tienen ingresos”.
Con fecha 19 de abril, se reportan 9.468 personas contagiadas de las cuales 6.446 se encuentran en la provincia de Guayas. Mientras el gobierno informa que existen 474 personas fallecidas por el virus, se suman 817 muertes por deficiencia respiratoria de las que han sido registradas. Paralelamente las personas en Guayaquil coinciden en que los crematorios están colapsados. Diferentes medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil mantienen que el número de muertxs es muchísimo más alto y que el gobierno se encuentra ocultando los verdaderos datos. No hay transparencia en la información que el gobierno transmite a la ciudadanía, están maquillando la verdadera magnitud de la crisis “¿Vio esa noticia de los muertos? de las morgues donde los muertos estaban arrimados uno encima de otro. ¡Hace rato que hacen eso! Los señores que tomaron esas fotos ya los botaron. Pero ahora ya han sacado que el Estado asume la cremación porque no estaba asumiendo, cobraban 1600 dólares. Un chico cercano no sabía cómo sacar al papá, estaba pidiendo ayuda para sacarlo, le pedían 1200 dólares para la cremación” relata Lenny.
El testimonio de Lenny es desolador. Así como exigimos vidas dignas, ahora también debemos reclamar muertes dignas. Conocemos de casos de familias en Guayaquil que han tenido dificultades para encontrar el cuerpo de sus seres queridos, mientras viven un vaivén entre la funeraria, el crematorio y los esfuerzos que deben hacer para conseguir el dinero, sea para un ataúd o para la cremación. También se dio el caso que consiguieron el ataúd, luego el dinero para la cremación y cuando llegaron a la morgue no podían encontrar el cuerpo.
Mientras tanto, el gobierno anuncia la construcción de una fosa común en Guayaquil dado el alto número de víctimas mortales. ¡No se puede dimensionar qué implica la construcción de una fosa común! En América Latina esas dos palabras juntas son el eco de los crímenes de lesa humanidad perpetrados tanto por regímenes dictatoriales como democráticos que hemos atravesado por generaciones. De esas generaciones aprendimos la dignidad de la vida y de la muerte. Nos persigue el fantasma de la represión, ¿quién controlará la fosa común? ¿qué cuerpos se depositarán en esa fosa? ¿acaso la fosa servirá para esconder los crímenes de las fuerzas militares y policiales? ¿serán esos cuerpos que no importan tirados al olvido en esa fosa?
Y a la muerte y las mentiras del gobierno central, se suma la indolencia y la vorágine del mercado. Comienza la escasez y con eso el incremento desenfrenado de los precios. Se pide a la población que tenga precauciones, que use mascarilla y guantes, que tenga desinfectante en gel, pero nada de esos productos se entregan de forma gratuita a la gente que gana a diario menos de lo que cuesta una mascarilla. La gente los debe comprar en cadenas de supermercados y farmacias que se enriquecen cada día gracias a la pandemia. Se pide a la gente comprar insumos que en los hospitales públicos ya no hay, que en las tiendas están agotados.“Aquí cerca de mi casa venden mascarillas, pero ahora vino uno de los chicos que trabajan ahí y le pregunté cuánto vale la caja y la caja valía 5 dólares y ahora la están vendiendo en 30 ¡Cómo puede ser posible que suban el valor!, y dice que los proveedores también les dan caro a ellos. Si en 5 no comprábamos, qué será en 30 dólares. Esto es como la educación, aquí en el Ecuador es así, un libro vale 35 dólares para las particulares, entonces ¿qué pobre va a pagar un libro para tener una mejor educación? Cuando estas cosas son accesibles, deberían estar al alcance de la gente” denuncia fuertemente Maricruz, dejando ver la desigualdad social que es la verdadera pandemia.
Pero las mascarillas, guantes y gel, no solo les faltan a las familias en Trinitaria. Los hospitales públicos se encuentran en total abandono. Mientras el gobierno decidió pagar la deuda externa este pasado martes 24 de marzo, desembolsando 324 millones de dólares (King 2020), no hace lo propio connuevos fondos para la emergencia sanitaria y el abastecimiento del sistema de salud pública. Paralelamente Lenny reclama sobre las condiciones dignas de lxs trabajadorxs del sector de salud: “los doctores están asustados porque son seres humanos, no tienen la implementación, no tienen medicina. En los centros de salud, en Daule dicen que no hay nadie, la gente está haciendo fila afuera de los centros de salud y no tienen quién los atienda. La mayoría de los centros de salud están botados porque no hay pastillas… eso hay que difundir, que las enfermeras, los médicos, los camilleros están completamente desprotegidos y sus familias también porque ellos van donde su familia y sigue la pandemia”
“Se teme el hambre, la hambruna, eso nos puede llevar a una crisis”.
La biopolítica y la necropolítica opera en múltiples dimensiones. Ahora sobresale en la dificultad que tienen las personas de Trinitaria paraconseguir cualquier tipo de alimento al mismo precio que lo hacían antes, se destapa en la preocupación por un corte de agua, en la alerta de un abuso policial o militar en el barrio. El miedo avanza y es difícil encontrar un alivio cuando los centros de salud están colapsados, se teme a la solidaridad física por miedo al contagio. Incluso, ¿quién pensó en “los chamberos”?, los jóvenes que viven de la recolección de basura, ¿existen para el resto del mundo o son parte de esta política del abandono?
Así como hablamos de una cadena de interdependencia de la vida podemos plantear una cadena de interdependencia del capital. Partimos igual desde el espacio doméstico, el trabajo no remunerado del hogar realizado mayoritariamente por mujeres. Esos quehaceres domésticos, cuidados y afectos que sostienen la supervivencia y las economías, pero que son invisibilizados. En la misma cadena de supervivencia del capital está la explotación económica, la explotación de los recursos naturales, la desterritorialización y el paulatino endeudamiento de los países y sus ciudadanxs. Esta dinámica es la que recorta los presupuestos de los pueblos para la salud. Entonces, esta es la interdependencia que prima, que no elige la vida sino la acumulación, poniendo al mercado en el centro. Ahora nos preguntamos si ven vidas o sólo cuerpos que son descartables.
Estrategias de sobrevivencia frente a la pandemia
En Isla Trinitaria hay familias que se están uniendo en una sola casa, abuelxs, padres, hijxs, tíxs, cuñadxs en una sola familia ampliada, para así juntar esfuerzos, alimentos y contención. La gente se organiza para propuestas de colectas para quienes menos tienen; para esas familias que viven del trabajo diario y necesitan comer, atender un caso de salud o de contagio de coronavirus. Sin embargo, la situación de precarización se agrava con el pasar de los días y la extensión de la cuarentena. Jaqueline nos cuenta que en su casa “a nosotros no nos ha faltado un pan, estamos comiendo solo dos veces al día”, y así varias familias, van racionando cada día más la comida.
Este texto construido desde múltiples voces, es una juntanza para sacar la rabia, la indignación y la impotencia que tenemos; intentamos dar vuelta a la desesperación. Nos hemos encontrado en el intercambio de la palabra con esperanza, con una red que continuamos tejiendo para sobrellevar diariamente la situación con nuestros afectos. Nos une un ejercicio de escritura colectiva para denunciar la situación que vive la gente en Isla Trinitaria, y en particular, la situación que enfrentan las trabajadoras remuneradas del hogar en la cuarentena. Pero también – en medio del dolor, la ansiedad, la soledad, el miedo y la crisis – esta juntanza se teje para repensar las estrategias de sobrevivencia comunitarias que se articulan durante la pandemia. Utilizar “el tiempo y la fuerza del encierro para estudiar las tradiciones de lucha y resistencia minoritarias que nos han ayudado a sobrevivir hasta aquí” (Preciado 2020). Resistencias que en el contexto ecuatoriano han forjado por siglos los pueblos y nacionalidades. Resistencias que la gente precarizada ha generado en medio de la desigualdad social. Resistencias que las mujeres tejen a diario para sobrevivir en una sociedad patriarcal que nos mata diariamente.
Frente al recrudecimiento de la violencia machista, el hambre que azota a los sectores más precarizados, la incertidumbre generalizada, la biovigilancia en el confín de nuestras casas, la militarización del espacio público, la muerte en total soledad o el convivir con el cuerpo de tu familiar por días hasta que lo vengan a llevar, nosotras exigimos al gobierno los cuidados necesarios para el pueblo. Exigimos DIGNIDAD. No solo ciertas vidas importan, remarcamos que ¡todas las vidas importan! Desde la Unión Nacional de Trabajadoras Remuneradas del Hogar y Afines (UNTHA), exigen que se revalorice sus trabajos. Lenny sostiene: “debería cuidarse a la trabajadora, en esta pandemia nos dimos cuenta que afecta no solo a las trabajadoras sino también a los empleadores que han recibido esta pandemia y nosotras como clase trabajadora nos hemos visto afectadas porque desde allá comienza[1]. Que se cuide a la trabajadora que es una parte fundamental para la sociedad, desde los años antiguos este trabajo no ha sido valorizado pero hemos sostenido al país.”
El Gobierno del Ecuador debe asumir su rol y no dejar morir al pueblo ni por hambre ni por el COVID-19. Si el 70% de la población ecuatoriana es alimentada por la agricultura familiar y campesina -gente que sigue trabajando la tierra en época de pandemia, alimentando así a todo el país- el gobierno debería gestionar la compra directa de productos a lxs campesinxs y dejar de alentar a la ciudadanía a comprar en las cadenas multimillonarias de supermercados que se enriquecen a diario a costa del pueblo. Además, el Estado debe asegurar condiciones dignas de vida para toda la población. En época de cuarentena, tiene que proveer de una renta básica a las familias que viven del trabajo informal, que han sido despedidas, que no tienen recursos, para que esta gente – que somos gran parte de la población – también sea posible #QuedarseEnCasa. No estamos dispuestas a permitir que sigan siendo las clases trabajadoras las que tenga que asumir y sostener esta crisis también.
Bibliografía
CORDES 2020, https://www.cordes.org/publicacion/opina/2020/Enero/Las%20cifras%20de%20empleo,%20consistentes%20con%20el%20mal%20desempeno%20economico.pdf
El Telégrafo 2019, https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/sociedad/6/empleo-informal-poblacion-ecuador
INEC 2018, https://www.ecuadorencifras.gob.ec/documentos/web-inec/EMPLEO/2018/Marzo-2018/032018_Presentacion_M_Laboral.pdf
Katiuska King 2020, http://www.katiuskaking.com/2020/03/24/el-pago-de-los-bonos-2020/
Paul B. Preciado 2020, https://elpais.com/elpais/2020/03/27/opinion/1585316952_026489.html
Quando #FiqueEmCasa não é uma opção. Uma leitura feminista sobre a reprodução social da vida durante a pandemia
Ilustación por Pilar Emitzin.
Traduzido por Rosa Dos Ventos Lopes Heimer.
«Há muitas pessoas aqui que trabalham para viver o dia […] não estão prestando atenção porque têm uma necessidade diária e o governo não tem respondido. As pessoas vão passar fome em casa se não tiverem o que comer». Maricruz relata a situação que milhares de pessoas estão enfrentando com a emergência sanitária no Equador. A pandemia está agravando as brechas sociais já existentes, onde o #FiqueEmCasa se torna um privilégio de classe, pois grande parte da população equatoriana vive do trabalho informal, fora de qualquer sistema de proteção social, sobrevivem do trabalho diário. Quando a necessidade surgir, vão sair e procurar alguns dólares, mesmo que isso signifique a possibilidade de contagio. No Equador, milhares de famílias dependem do trabalho informal, o que, em quarentena, se torna impossível. São milhares de pessoas a quem o governo vira as costas, sem gerar políticas públicas para responder a esta crise social e protegê-las.
O Equador, sendo um país relativamente pequeno em termos de população em comparação com outros da região, é o segundo país com maior número de contagiados em toda a América Latina. A província costeira de Guayas, apresenta 75% dos casos. É precisamente nessa província que se situa La Isla Trinitaria, uma ilha onde vivem Lenny e Maricruz, mulheres que entrevistamos para este artigo. La Isla Trinitaria é um setor no sul da cidade de Guayaquil. Nasceu como um assentamento urbano-popular, que ao longo dos anos tem aumentado em número de habitantes. É uma ilha rodeada por vários ramos do Estero Salado, que reúne uma grande diversidade cultural – no entanto, grande parte da sua população encontra-se em condições de pobreza. A ilha tem acesso mínimo aos serviços básicos, e habitações de qualidade inferior à média, os lotes eram terrenos baldios privados que foram invadidos, e nos anos 60 foram doados por políticos clientelistas a fim de ganhar votos. A população da ilha está organizada através de cooperativas, e de acordo com o último censo populacional (2010) existem cerca de 21.074 famílias que lá vivem.
Em Guayaquil, a população enfrenta o vírus num contexto em que cerca de 30% do orçamento nacional de saúde foi cortado só no último ano. Podemos imaginar quantos leitos, suprimentos e profissionais de saúde este corte implica? Guayaquil mantém uma política racista e coronelista [gamonal], onde prefeitos têm sido uma representação fiel da implantação de uma gestão biopolítica e necropolítica, onde certas vidas merecem ser cuidadas e protegidas, enquanto outras são descartadas. A administração municipal concentrou seus esforços na criação de «lugares bonitos» para turistas estrangeiros e pessoas de classe média e alta, enquanto cercou – e até mesmo «escondeu» – os assentamentos urbano-populares para os quais não fornece recursos. Com a pandemia, o governo local decidiu implantar uma política de segurança que militariza a cidade, porém as áreas que estão sendo militarizadas são as mais precárias. Como diz Preciado, «o vírus age à nossa imagem e semelhança, apenas reproduz e estende a toda a população as formas dominantes de gestão biopolítica e necropolítica que já estavam a funcionar no território nacional» (2020).
Nos últimos dias, tem havido repetidos relatos de inúmeros abusos da dignidade humana por parte da polícia e das forças militares. Pessoas carentes, moradores de rua e habitantes de bairros populares foram espancadxs, forçadxs a comer carne crua, suas cabeças raspadas, seus rostos arranhados como «castigo» por não respeitarem a quarentena. Além disso, é necessário levar em conta que historicamente a militarização dos territórios representa o abuso sexual e a violação das mulheres. Sem dúvida, tais desdobramentos são um espelho das políticas racistas, coloniais e classistas do Estado equatoriano. Para além destas violações dos direitos humanos, existe uma falta de serviços básicos para setores precários, incluindo bairros como a Ilha Trinitaria, o Monte Sinai, Sociovivienda o Nueva Prosperina. «Aqui em Guayaquil, estão cortando água das pessoas, especialmente nos setores populares, porque isso não acontece com os ricos. Aqui eles sempre cortam», denuncia Maricruz.
O texto que agora apresentamos está situado nas experiências de Lenny, Maricruz e Jaqueline, três ex-trabalhadoras domésticas remunerados da cidade de Guayaquil e que fazem parte da UNTHA (União Nacional de Trabalhadoras Domésticas e Afins). Durante estas semanas, elas têm estado a acompanhando a situação de suas colegas, outras trabalhadoras domésticas remuneradas. Por exemplo, elas compartilham conosco que há casos de mulheres que continuam a trabalhar «por dentro», que seus chefes não estão tomando precauções e elas que saem sem máscara. Há colegas que deixaram de trabalhar mas não receberam nenhum pagamento pelo seu trabalho em março, ou seja, nem mesmo referente as duas primeiras semanas do mês em que trabalharam. Ou como nos conta Jaqueline, «minha irmã, no dia em que foi trabalhar, uma das chefes, porque ela trabalha em quatro casas, estava doente. É irresponsável, eles não lhe disserem para não ir».
A partir do feminismo defendemos a vida em todas as suas dimensões, as discussões e contribuições giram precisamente em torno de colocar a vida no centro. A partir dessa idéia, devemos citar algumas atividades que nos permitem viver, como comida, e o acesso a esta, saúde, moradia decente e, sem dúvida, cuidados. Paralelamente, a humanidade deve gozar dos seus direitos de estudo, trabalho bem remunerado e ter tempo livre para o lazer e a diversão. Estas ações fazem parte de uma cadeia de interdependência que não se manifesta da mesma forma em toda a sociedade. A classe média e alta resolvem parte desta cadeia de sobrevivência pagando a outras pessoas para fazer, por exemplo, trabalho de cuidados, trabalho pago em casa e, como vimos no contexto da pandemia, também podem pagar a outras pessoas para comprar alimentos para elas através de plataformas digitais.
O que nos convoca neste texto é mostrar o que acontece em outros contextos periféricos, onde não se nasce com direitos, onde se vive “do dia-a-dia”. «Viver do dia-a-dia» significa que uma pessoa vive das vendas ou serviços que realiza diariamente, tais como: vender água na rua, trabalhar três vezes por semana lavando roupas, guardar carros, costurar em uma oficina e ganhar por peça de roupa ou trabalhar na construção civil. Esta condição implica uma precarização da vida e, no contexto atual, uma busca permanente pela sobrevivência. No Equador, 46% de trabalhadores o fazem no setor informal, representando aproximadamente 3 milhões de pessoas (INEC 2018, El Telégrafo 2019 e Cordes 2020). Isto significa que esta população atualmente tem tido dificuldade para suprir uma necessidade vital: comer.
Lenny descreve que «as companheiras estão em casa, mas não há dinheiro. Por exemplo, as companheiras que diariamente lavavam e limpavam casas, elas que não tinham segurança social estão ainda pior, elas ganhavam dinheiro diariamente. As pessoas que tinham salão de beleza nem sequer têm o suficiente para comer… Não sei como essas pessoas estão fazendo, para elas a situação é muito crítica e com crianças é mais difícil. As trabalhadoras migrantes continuam nas casas com seus empregadores, elas trabalham dentro de casa cuidando dos idosos. As imigrantes venezuelanas trabalham lá dentro».
Estes testemunhos refletem as condições de subsistência do «viver do dia-a-dia». Condições que estão submersas na precariedade, produto da desigualdade social histórica onde a riqueza tem estado concentrada em poucas mãos. Uma concentração colonial, patriarcal e capitalista. As análises, leituras e denúncias de Lenny, Maricruz e Jaqueline também demonstram a complexidade dos cuidados; as nuances dos cuidados. Elas representam trabalhadoras domésticos remuneradas e também, dentre as suas preocupações está a sobrevivência de suas próprias famílias, o trabalho que têm em suas casas como a maioria das mulheres, que em muitos casos aumentou devido ao isolamento. Ainda surgem mais perguntas frente a isto: quem é que cuida de mulheres, cuidadoras e trabalhadoras? Quem vai cuidar das mulheres chefes de família que estão doentes? O que acontece às pessoas que não podem viver sem uma pessoa que esteja encarregada dos seus cuidados? Como é que estas mulheres migrantes – na sua maioria venezuelanas – enfrentam a crise? Se adoecem, quem cuida delas? Se as suas famílias na Venezuela, agora em quarentena, subsistem do seu trabalho no Equador, quem enviará remessas para essas famílias?
Neste contexto, a precarização está se espalhando pelo bairro. Lenny continua: «As pessoas que tinham recursos puderam se abastecer de alimentos, é muito diferente, e se elas não têm dinheiro para comprar como o fazem?” essa é a desigualdade que existe.” Aqui se evidencia as dificuldades de sobreviver a quarentena sem recursos e com fome: “Há pessoas que vendem coisas, corta-unhas, frutas, água, essas pessoas estão em casa, eles ganharam seus 5, 6 dólares trabalhando o dia todo, mesmo que seja só pra ter o que comer. Por exemplo tem famílias que trabalham toda a família, há uma mulher que trabalha com suas quatro filhas e seu marido também e eles são comerciantes de rua, eles vendem água, suco… mas agora eles não têm renda”.
Desde 31 de março, 2.315 pessoas estão infectadas, das quais 1.61596 estão na província de Guayas. Enquanto o governo anuncia que apenas 60 pessoas morreram devido ao vírus, as funerárias em Guayaquil relatam que os crematórios já entraram em colapso. Diferentes meios de comunicação e organizações da sociedade civil sustentam que o número de mortes é muito maior e que o governo está escondendo os fatos reais. Não há transparência nas informações que o governo transmite aos cidadãos, eles estão mascarando a verdadeira magnitude da crise. «Você viu aquela notícia dos mortos? Dos necrotérios onde os mortos estavam amontoados uns sobre os outros. Eles estão fazendo isso há muito tempo! As señoras que tiraram essas fotografias já apagaram. Mas agora eles já retiraram que o Estado está assumindo a cremação porque não estava assumindo, eles estavam cobrando 1.600 dólares. Um menino por perto não sabia como tirar o pai, ele estava pedindo ajuda para tirá-lo de lá, eles estavam pedindo US$ 1.200 para a cremação», disse Lenny.
O testemunho do Lenny é de partir o coração. Assim como exigimos vidas dignas, agora também devemos exigir mortes dignas. Conhecemos casos de famílias em Guayaquil que tiveram dificuldade em encontrar os corpos dos seus entes queridos, vão e voltam entre a funerária, o crematório e os esforços que devem fazer para conseguir o dinheiro para um caixão ou uma cremação. Foi também o caso de terem conseguido o caixão, depois o dinheiro para a cremação e quando chegaram ao necrotério não conseguiram encontrar o corpo.
Entretanto, o governo anuncia a construção de uma vala comum em Guayaquil por causa do número de mortes. É impossível medir o que a construção de uma vala comum implica! Na América Latina, estas duas palavras juntas são o eco dos crimes contra a humanidade perpetrados tanto por regimes ditatoriais como ‘democráticos’ pelos quais passamos por gerações. Dessas gerações aprendemos a dignidade da vida e da morte; fantasma da repressão continua a nos perseguir: Quem controlará a sepultura comum? Que corpos serão colocados naquela sepultura? A sepultura servirá para esconder os crimes das forças militares e policiais? Os corpos que não importam serão lançados no esquecimento naquela sepultura?
E além da morte e das mentiras do governo central, há a indolência e o vórtice do mercado. A escassez começa e com ela o aumento desenfreado dos preços. Pede-se à população que tome precauções, que use máscara e luvas, que tenha desinfetante em gel, mas nenhum destes produtos é dado gratuitamente às pessoas que ganham diariamente menos do que o custo de uma máscara. As pessoas devem comprá-las em redes de supermercados e farmácias que estão ficando cada dia mais ricas graças à pandemia. Pede-se às pessoas que comprem esses suprimentos que não estão mais disponíveis nos hospitais públicos, que estão esgotados nas lojas. «Aqui perto da minha casa vendem máscaras, mas agora veio um dos rapazes que trabalha lá e eu perguntei quanto vale a caixa e a caixa valia 5 dólares e agora estão a vendendo por 30. Como é possível esse aumento de valor? e ele diz que os fornecedores também aumentaram o preço. Se 5 já era caro pra a gente imagina 30 dólares. Isto é como a educação, aqui no Equador é assim, um livro vale 35 dólares, então que pobre vai poder pagar por um livro para ter uma educação melhor? quando estas coisas são acessíveis, devem estar ao alcance do povo» denuncia Maricruz, deixando claro que a verdadeira pandemia é a desigualdade social.
Mas não é só para famílias em Trinitaria que faltam máscaras, luvas e gel. Os hospitais públicos estão em total desgraça. Enquanto o governo decidiu pagar a dívida externa nesta última terça-feira, 24 de março, desembolsando US$ 324 milhões (Rei 2020), decidiu não disponibilizar novos fundos para a emergência sanitária e o abastecimento do sistema de saúde pública. Ao mesmo tempo, Lenny reclama sobre dignidade dos trabalhadores da saúde: «os médicos estão assustados porque são seres humanos, não têm equipamento, não têm a medicina. Nos centros de saúde em Daule dizem que não há ninguém, as pessoas fazem fila fora dos centros de saúde e não têm ninguém para atendê-las. A maioria dos centros de saúde estão largados porque não há comprimidos… isto tem de ser difundido, as enfermeiras, os médicos, os carregadores de maca estão completamente desprotegidos e as suas famílias também estão desprotegidas porque voltam para as suas famílias e trazem a pandemia”.
«Se tem medo da fome, a fome, isso pode levar a uma crise».
A biopolítica e a necropolítica operam em múltiplas dimensões. Destacam-se agora na dificuldade que o povo de Trinitaria tem em obter qualquer tipo de alimento e com o mesmo preço de antes, destaca-se na preocupação com um corte de água, no alerta para um iminente abuso policial ou militar no bairro. O medo avança e é difícil encontrar alívio quando os centros de saúde estão em colapso, o medo de contagio faz temer a solidariedade física. Alguém pensou nos catadores de lixo? Os jovens que vivem da catar lixo, eles existem para o resto do mundo ou fazem parte desta política?
Assim como falamos de uma cadeia de interdependência da vida, também podemos propor uma cadeia de interdependência do capital. Começamos mais uma vez a partir do espaço doméstico, o trabalho não remunerado do lar feito na sua maioria por mulheres. Aquelas tarefas domésticas, cuidados e afetos que sustentam a sobrevivência e as economias, mas que são invisíveis. Na mesma cadeia de sobrevivência do capital está a exploração económica, a exploração dos recursos naturais, a desterritorialização e o endividamento gradual dos países e dos seus cidadãos. É essa lógica que corta o orçamento para a saúde das pessoas. Portanto, esta é a interdependência que prevalece, que escolhe a acumulação em lugar da vida, dando centralidade ao mercado. Nos perguntamos se eles vêem vidas ou apenas corpos descartáveis.
Estratégias de sobrevivência diante da pandemia
Na ilha de Trinitaria muitas famílias estão se juntando em uma casa, avós, pais, filhos, tios e tias, cunhados, todxs em uma família estendida, a fim de unir esforços, alimentação e apoio. As pessoas se organizam para propor coletas para aqueles que têm menos; para aquelas famílias que vivem do trabalho diário e precisam comer, atender a um caso de saúde ou infecção por coronavírus. No entanto, a situação de precariedade piora com o passar dos dias e com o prolongamento da quarentena. Em casa, Jaqueline diz: «Não nos faltou um pão, mas só comemos duas vezes por dia», várias famílias racionam cada vez mais a sua comida.
Este texto construído a partir de múltiplas vozes, é um amálgama para trazer à tona a raiva, a indignação e o desamparo que temos; estamos tentando dar a volta ao desespero. Nos encontramos a partir da troca de palavras com esperança, com uma rede que continuamos a tecer para superar diariamente a tensão com os nossos afetos. Estamos unidxs por um exercício coletivo de redação para denunciar a situação que as pessoas na ilha de Trinitaria estão vivenciando e, em particular, a situação enfrentada pelas trabalhadoras domésticas em quarentena. No meio da dor, ansiedade, solidão, medo e crise – esta reunião é tecida também para repensar as estratégias comunitárias de sobrevivência que estão sendo articuladas durante essa pandemia. Usar «o tempo e a força do confinamento para estudar as tradições de luta e resistência minoritárias que nos ajudaram a sobreviver até agora» (Preciado 2020). Resistências que no contexto equatoriano vem sendo forjadas por povos e nacionalidades durante séculos. Resistências que pessoas precárias têm criado no meio da desigualdade social. Resistências que as mulheres tecem diariamente para sobreviver em uma sociedade patriarcal que nos mata diariamente.
Diante do ressurgimento da violência masculina, a fome que assola os sectores mais precários, a incerteza generalizada, a bio-vigilância à beira das nossas casas, a militarização do espaço público, a morte em total solidão ou a convivência com o corpo do seu parente durante dias a fio até que ele venha a ser coletado, exigimos que o governo preste os cuidados necessários ao povo. Nós exigimos DIGNIDADE. Não são só certas vidas que importam, todas as vidas importam! Do Sindicato Nacional das Trabalhadoras Domésticas (UNTHA), exigimos que seus empregos sejam reavaliados. Lenny afirma que «a trabalhadora doméstica também precisa ser cuidada, percebemos que essa pandemia afeta não só as trabalhadores, mas também os empregadores que contraíram esta pandemia e nós, como classe trabalhadora, fomos afetadxs porque ela começou daí.[1] A trabalhadora deve ser cuidada, somos parte fundamental da sociedade, desde os velhos tempos este trabalho não tem sido valorizado, mas sustentamos todo o país”.
O Governo do Equador deve assumir seu papel e não deixar o povo morrer de fome ou da COVID-19. 70% da população equatoriana é alimentada pela agricultura familiar e camponesa, de pessoas que continuam a trabalhar a terra em tempos de pandemia, para alimentar todo o país. O governo deveria administrar a compra direta dos produtos dos camponeses e deixar de incentivar os cidadãos a comprar das cadeias multimilionárias de supermercados que se enriquecem todos os dias às custas do povo. Além disso, o Estado deve assegurar condições de vida decentes para toda a população. Em tempos de quarentena, tem de proporcionar uma renda básica às famílias que vivem do trabalho informal, que foram despedidas, que não têm recursos, para que estas pessoas – que são a maioria da população – possam também aderir ao #FiqueEmCasa. Não estamos dispostas a permitir que as classes trabalhadoras continuem a assumir e a sustentar os custos desta crise.
Bibliografia
El Telégrafo 2019, https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/sociedad/6/empleo-informal-poblacion-ecuador
Katiuska King 2020, http://www.katiuskaking.com/2020/03/24/el-pago-de-los-bonos-2020/
Paul Preciado 2020, https://elpais.com/elpais/2020/03/27/opinion/1585316952_026489.html
[1] No sábado, 14 de março, já depois de declarada a quarentena nacional, é realizado um casamento em Samborondón, cantão da província de Guayas, na periferia de Guayaquil e um dos lugares mais ricos do país. Este casamento mostra como as elites equatorianas pouco se importam com a pandemia e com a vida dos trabalhadores que tornaram possível tal evento. Quantas pessoas foram contratadas para jardinagem, arranjos florais, limpeza, cozinha ou transporte para realizar um evento como este? A classe trabalhadora estava exposta ao contágio pela irresponsabilidade das pessoas com dinheiro; muitas destas pessoas tinham acabado de regressar das suas férias na Europa.
Felicitaciones por Cuando #QuédateEnCasa no es una opción. Una lectura feminista de la reproducción social de la vida en la
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