
Por Vanessa Dourado
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Del 7 al 10 de febrero, se realizó el Campamento Climático de los Pueblos Contra el Terricidio en el Lof Pillañ Mahuiza Puel Willimapu —territorio Mapuche liberado en Chubut, Argentina—.
El encuentro contó con la presencia de las naciones Qom, Mapuche, Quechua, Mbya-Guaraní, Aymara, Wichi, Diaguita,Tehuelche y Nasa; también participaron organizaciones y activistas de los Estados-Nación Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Canadá, Italia, Estados Unidos y España.
El campamento, que reunió cerca de 150 personas y que se llevó a cabo dos meses después de la reunión de la COP25 —Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático— en Madrid, fue convocado por el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir. El formato autogestivo y el termino “Terricidio” contrasta con la reunión oficial en la ciudad española —elegida después que el presidente de Chile, Sebastián Piñera, anunciara que el evento no podría desarrollarse en el territorio andino dado la situación de alta conflictividad social que se despliega en el país—.
Si por un lado la COP25 fue, una vez más, un fiasco desde el punto de vista de resultados concretos y trajo a la luz el interés de las grandes corporaciones por el mercado de las reducciones de gases de efecto invernadero, en lugar de plantear soluciones de fondo; por otro, la actividad coordinada por las mujeres indígenas demostró que la salida a la “crisis civilizatória” pasa por reconocer la naturaleza como condición de existencia.
El termino Terricidio acuñado por la Weychafe Moira Millán, en representación de su pueblo, plantea que los Estados-Nación y la corporocrácia han cometido crímenes que asesinan a la Tierra. Una lógica perversa y sistemática de dominación de los territorios.
En la cosmovisón de los pueblos indígenas, la vida se presenta en un plan tridimensional con diferentes planos de existencia y formas de vida. En un contexto de avance de la corporocracia, los planos tangibles —medioambiente, ecosistemas— se están contaminando y siendo destruidos por el extractivismo depredador bajo un modelo económico desarrollista. Más allá de esto, está el plano perceptivo, donde están las fuerzas energéticas —que son las que constituyen los círculos la vida— llamados espacios sagrados. Estos espacios están tomados por latifundistas y proyectos extractivistas, impidiendo que los pueblos originarios puedan dialogar con las fuerzas de la naturaleza. Finalmente, el plano cultural está arrasado por las prácticas de saqueo y despojo que imposibilitan a los pueblos tener una relación armónica con la Tierra.
El Terricidio señala la responsabilidad de los estados y las empresas en el sentido de que estas comenten prácticas criminales genocidas contra los diferentes niveles de existencia y de vida y, por ende, pueden ser consideradas crímenes de lesa-humanidad. Para hacerse justicia y combatir esta práctica es necesario tipificar penalmente para criminalizar y judicializar a las entidades.
Frente al Terricidio, se plantea fortalecer los vínculos entre los pueblos y potenciar acciones que promuevan salidas concretas y reales, respetuosas con las naciones preexistentes y, a la vez, descolonizadoras. Dado el hecho de que son las acciones humanas y la mercantilización del mundo las responsables por el colapso climático y social en que el mundo se enfrenta, reconocer que otras formas de existir son urgentes —y que empieza por recuperar saberes ancestrales— es también construir la transición necesaria para garantizar el derecho a la vida. Un debate profundamente político y de gran relevancia en estos tiempos de “greenwashing”.
En la apertura de la intensa jornada de debates, talleres e intercambios, el pueblo Mapuche —junto a pueblos de otras naciones originarias que estaban presentes— realizó un ritual junto al Río Carrenleufú. Una conversación con las aguas y una ofrenda espiritual para pedir protección, fuerza, sabiduría y permiso para recibir en el territorio aquelles que fueron invitades a compartir saberes y sentires en estas tierras ancestrales.
La discusión política estuve presente todo el tiempo en la actividad, siempre acompañada por una fogata: el Fuego de la Palabra. Durante todo el tiempo de los cuatro días de actividad se mantuvo viva, en el espacio asambleario, la llama prendida por las guardianas y los guardianes de la palabra. Un ritual que da fuerza, evoca a los saberes ancestrales y empodera a quienes hacen el uso de la palabra. Este fuego incendió los relatos de los pueblos de las naciones presentes. A pesar de las desgarradoras historias, sobre todo de las mujeres, que atraviesan su cuerpo-territorio, la fuerza que proviene del rescate de la identidad y de la ancestralidad de cada persona resurge como forma de resistencia y sirve para apoyar a otres que también pasan por las mismas violencias en sus territorios.
El caso emblemático de Ismael Ramírez —13 años— asesinado por la policía en Chaco fue uno de los momentos de gran conmoción en el encuentro. La madre del adolescente indígena, Alejandra Ciriaco, contó su proceso de reconocimiento junto a la comunidad originaria y que el acogimiento y solidaridad del movimiento hizo una gran diferencia en la lucha por justicia para Ismael. Esa lucha hoy es también un pedido de justicia para todes les niñes y adolescentes indígenas que sufren toda suerte de estigmatización y violencias físicas, psicológicas y alimentarias, tanto por parte del Estado como por parte de la sociedad, que valida estas prácticas a través de su omisión o por la reproducción de actos violentos directos.

El Chineo —violación de los cuerpos de niñes indígenas practicada por varones criollos e indígenas, naturalizada como “práctica cultural” con la complicidad de todas las instancias del poder estatal— no quedó afuera del debate y fue denunciado. La mayoría presente nunca había escuchado el término. La necesidad de visibilizar la problemática en defensa de les niñes y mujeres indígenas disparó varios interrogantes sobre el movimiento feminista y de mujeres de Argentina que son altamente resistentes en reconocer la pluriversidad que desvela diferencias importantes en el nivel de violencia sufrido entre los cuerpos originarios, afro y blancos. Diferencias estas que necesitan espacio de escucha y habla. La lucha por liberar a todas las mujeres pasa por admitir que las distintas demandas y formas de existir se complementan y fortalecen al movimiento, y que la capacidad de sentir el dolor de la otra y construir juntas un camino común es lo que de más potente puede existir contra la lógica colonizadora que, en gran medida, es una imposición patriarcal y deshumanizante.
Asimismo, el dialogo intercultural que se dio en la reunión —escuchado atentamente por las frías aguas del Río Carrenleufú, amenazado por el proyecto hidroeléctrico La Elena— fue una oportunidad para que las organizaciones y activistas del Norte Global pudiesen exponer su preocupación con la perpetuación del proyecto colonialista que sigue en curso. Y si antes venían los saqueadores en carabelas, hoy son las grandes corporaciones a través de sus acuerdos con los Estados, quienes son los responsables del este escenario ambiental sin precedentes que guarda la misma impronta saqueadora de desde hace más de 500 años. En este sentido, los acuerdos de libre comercio son un mal a ser eliminado, es a través de los tratados de inversión que las empresas practican el Terricidio.

Entre las propuestas concretas, fue señalado hacer un mapeo de las corporaciones y organizar acciones que puedan visibilizar el poder de las empresas que generan conflictos y que roban la paz, la salud y la vida de los pueblos. Sin embargo, descolonizar cuerpos y mentes fue la propuesta más sugerida. Construir, aquí y ahora, otros sentires y otras lógicas de relacionarse con la Tierra y con el otre. Lógicas que puedan recuperar y sanar, crear y compartir; para un futuro de liberación de todos los cuerpos, mentes y territorios, y así poder gozar de una vida sabrosa.
El Pluriverso como teoría y práctica a fin de crear otro mundo en que quepan varios mundos es la alternativa posible capaz de hacer frente al grande desafío de defender la vida en todas sus expresiones. Por ello, a partir del encuentro, se conformó el Movimiento de los Pueblos Contra el Terricidio; un pedido, un sueño gestado desde el territorio ancestral Mapuche y el Río Carrenleufú, para que todos los pueblos del mundo —originarios, afro y blancos— júntense a luchar por nuestra casa común con el compromiso de romper con los lazos racistas y colonialistas que invisibilizan la existencia de los pueblos originarios, y de apoyarlos en el territorio.
Con el dibujo de este sueño el Pueblo Mapuche y los pueblos de las demás naciones cerraron el encuentro con una ceremonia de agradecimiento a la Ñukemapu. Expresaron el deseo de que cada persona pudiera llevar de este espacio sagrado la fuerza y sabiduría suficientes para seguir luchando y la responsabilidad de apoyar a los pueblos indígenas en su incansable lucha por la vida.
Este artículo fue producido con el acompañamiento, aportes y sugerencias de Maïtei, Dudu Chamorro y el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir.
.Terricídio: mulheres indígenas lutando por justiça e construindo sonhos coletivos

Por Vanessa Dourado
De 7 a 10 de fevereiro, foi realizado no Lof Pillañ Mahuiza Puel Willimapu —território Mapuche recuperado em Chubut, Argentina— o Acampamento Climático dos Povos Contra o Terricídio.
O encontro contou com a presença das nações Qom, Mapuche, Quechua, Mbya-Guarani, Aymara, Wichi, Diaguita, Tehuelche e Nasa; também participaram organizações e ativistas dos Estados-nação Argentina, Chile, Brasil, Colômbia, Paraguai, Bolívia, Equador, Canadá, Itália, Estados Unidos e Espanha.
O acampamento, que reuniu quase 150 pessoas e ocorreu dois meses após a reunião da COP25 —Conferência das Nações Unidas sobre Mudanças Climáticas— em Madri, foi convocado pelo Movimento de Mulheres Indígenas pelo Bem Viver (Argentina). O formato auto-organizado e o termo «Terricídio» contrasta com a reunião oficial na cidade espanhola —escolhida depois que o presidente do Chile, Sebastián Piñera, anunciou que o evento não poderia acontecer no território andino devido à situação de conflito social vivida em este país.
Se por um lado a COP25 foi, mais uma vez, um fiasco do ponto de vista de resultados concretos e trouxe à tona o interesse das grandes corporações pelo mercado de redução de gases de efeito estufa, em vez de propor soluções estruturais ao problema; por outro lado, a atividade coordenada pelas mulheres indígenas demonstrou que a saída para a «crise civilizatória» passa por reconhecer a preservação da natureza como condição de existência.
O termo «Terricídio», cunhado por Weychafe Moira Millán, em representação de seu povo, afirma que os Estados-nação e as corporações cometem crimes que matam a Terra. Uma lógica perversa e sistemática de dominação de territórios.
Na cosmovisão dos povos indígenas, a vida é apresentada em um plano tridimensional com diferentes planos de existência e formas de vida. Num contexto de corporocracia em curso, os planos tangíveis (ambiente e ecossistemas) estão sendo contaminados e destruídos pelo extrativismo predatório sob um modelo econômico desenvolvimentista. Além disso, há o plano perceptivo, onde estão as forças energéticas — que são as que constituem os círculos da vida, chamados espaços sagrados. Esses espaços estão sendo ocupados por latifundios e projetos extrativistas, impedindo que os povos originários possam dialogar com as forças da natureza. Finalmente, o nível cultural é devastado pelas práticas de saque e despossessão que impossibilitam que os povos tenham uma relação harmoniosa com a Terra.
O Terricídio aponta à responsabilidade dos Estados e empresas, denuncia que estes cometem práticas genocidas contra os diferentes níveis de existência e de vida e, portanto, podem ser considerados crimes contra a humanidade. Para obter justiça e combater esta prática, é necessário processar judicialmente estas entidades.
Diante do Terricídio, propõe-se fortalecer os vínculos entre os povos e impulsionar ações que promovam saídas concretas e reais, respeitando as nações pré-existentes e que sejam descolonizadoras. Dado que são as ações humanas e a mercantilização do mundo as responsáveis pelo colapso climático e social que o mundo enfrenta, reconhecer que outras formas de existência são urgentes — e que começa pela recuperação dos conhecimentos ancestrais— é também construir o processo de transição necessário para garantir o direito à vida. Este é um debate profundamente político de grande relevância nestes tempos de «greenwashing».
Na abertura do intenso dia de debates, oficinas e intercâmbios, o Povo Mapuche — juntamente com povos de outras nações ancestrais que estavam presentes— realizou um ritual à beira do rio Carrenleufú. Uma conversa com as águas e uma oferta espiritual para pedir proteção, força, sabedoria e permissão para receber no território aqueles que foram convidadxs a compartilhar saberes e sentires nestas terras ancestrais.
A discussão política esteve sempre presente na atividade, acompanhada por uma fogueira: o Fogo da Palavra. Ao longo dos quatro dias de atividade, a chama acesa pelos guardiões da palavra foi mantida viva no espaço de reunião. Um ritual que dá força, evoca o conhecimento ancestral e dá poder àqueles que fazem uso da palavra. Este fogo incendiou as estórias dos povos das nações presentes. Apesar dos relatos desoladores, especialmente das mulheres, que atravessam pelo seu corpo-território, a força que vem do resgate da identidade e ancestralidade de cada pessoa ressurge como uma forma de resistência e serve para apoiar outras que também passam pela mesma violência em suas terras.

O caso emblemático de Ismael Ramírez —de 13 anos— assassinado pela polícia do estado de Chaco foi um dos momentos de grande comoção do encontro. A mãe do adolescente indígena, Alejandra Ciriaco, contou sobre seu processo de reconhecimento junto à comunidade originária e como o acolhimento e a solidariedade do movimento fizeram uma grande diferença na luta por justiça para Ismael. Essa luta hoje é também um pedido de justiça para todas as crianças e adolescentes indígenas que sofrem todo tipo de estigmatização e violência física, psicológica e alimentar, tanto pelo Estado como pela sociedade, que validam essas práticas através de sua omissão ou pela reprodução de atos violentos diretos.
O Chineo — violação dos corpos de crianças indígenas por homens indígenas e não-indígenas, naturalizada como uma «prática cultural» com a cumplicidade de todas as autoridades estatais— não foi deixado de fora do debate e foi denunciado. A maioria dos presentes nunca tinha escutado o termo. A necessidade de tornar o problema visível em defesa das crianças e mulheres indígenas desencadeou várias questionamentos sobre o movimento feminista e de mulheres na Argentina, que são altamente resistentes ao reconhecimento da diversidade que revela diferenças significativas no nível de violência sofrido entre os corpos indígenas, negros e brancos. Estas diferenças requerem espaço de escuta e de fala. A luta para libertar todas as mulheres implica admitir que as diferentes reivindicações e formas de existência se complementam entre si e fortalecem o movimento, e que a capacidade de sentir a dor dx outrx e construir juntxs um caminho comum é o que pode ser mais poderoso contra a lógica da colonização que, em grande medida, é uma imposição patriarcal e desumanizadora.
Da mesma forma, o diálogo intercultural que teve lugar no encontro — escutado atentamente pelas águas frias do rio Carrenleufú, ameaçado pelo projeto hidrelétrico La Elena— foi uma oportunidade para que as organizações e ativistas do Norte Global expusessem sua preocupação com a perpetuação do projeto colonialista que ainda está em curso. E se antes os saqueadores vinham em caravelas, hoje são as grandes corporações, através de seus acordos com os Estados, as responsáveis por este cenário ambiental sem precedentes, que tem a mesma característica saqueadora arrastada a longo de mais de 500 anos. Neste sentido, os acordos de livre comércio são um mal a ser eliminado, é através dos tratados de investimento e que as empresas praticam o Terricídio.
Entre as propostas concretas, foi apontado fazer um mapeamento das corporações e organizar ações que possam tornar visível o poder das empresas que geram conflitos e que roubam a paz, a saúde e a vida dos povos. No entanto, a descolonização de corpos e mentes foi a proposta mais sugerida. Para construir, aqui e agora, outros sentires e outras lógicas de relação com a Terra e com as pessoas. Lógica que possa recuperar e curar, criar e compartilhar; para um futuro de libertação de todos os corpos, mentes e territórios, e assim poder desfrutar de uma vida saborosa.
O Pluriverso como teoria e prática para criar um outro mundo no qual caibam vários mundos é a alternativa possível capaz de enfrentar o grande desafio de defender a vida em todas suas expressões. Por isso, a partir do encontro, formou-se o Movimento dos Povos Contra o Terricídio; um pedido, um sonho nascido do território ancestral Mapuche e do rio Carrenleufú, para que todos os povos do mundo — originários, negros e brancos — possam se unir para lutar pela nossa casa comum com o compromisso de romper os laços racistas e colonialistas que tornam invisível a existência dos povos indígenas, e apoiá-los em seus territórios.

Com o desenho deste sonho, o Povo Mapuche e os povos de outras nações originárias encerraram o encontro com uma cerimônia de agradecimento à Ñukemapu. Eles expressaram o desejo de que cada pessoa pudesse levar deste espaço sagrado a força e a sabedoria suficientes para continuar lutando e a responsabilidade de apoiar os povos indígenas em sua incansável luta pela vida.
Este artigo foi produzido com o acompanhamento, contribuições e sugestões de Maïtei, Dudu Chamorro e do Movimento de Mulheres Indígenas pelo Bem Viver.