
Arte: Pilar Emitxin
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El concepto de Bruja es más bien novedoso y fue popularizado por la Inquisición durante los años oscuros de la humanidad. No es el nombre original con el que se llamaba a esas mujeres que en nuestro imaginario vivían en chozas alejadas de los pueblos, solitarias, viajeras nómadas, hermanas del bosque.
En realidad, la figura de la Bruja real tiene tantas formas, escenarios y contextos, que se han perdido por la falta de historicidad sobre su realidad y la cantidad de mitos, prejuicios y malos cuentos que se formaron sobre ellas.
Distintas teorías hablan de ellas como las primeras investigadoras: anatomistas, farmacéuticas, aborteras, fitoterapeutas, alquimistas… sanadoras al fin y al cabo, que hicieron grandes aportes a la ciencia moderna.
Una buena investigación al respecto es la tesis de Norma Blázquez Graf, El Retorno de las Brujas (UNAM, 2011), aunque tiene sus años, tiene información suficiente para empezar una buena investigación e indagar sobre nuestras raíces brujeriles.
“Entre los siglos XV al XVII, se hizo evidente una contradicción. Las mujeres habían desarrollado y cultivaban conocimientos a los que se oponían otros conocimientos. Mi propuesta es que en los procesos de brujería no sólo se perseguía a la magia o a las mujeres sino a la magia de las mujeres, y que una de las principales razones para perseguirlas era una intolerancia a los conocimientos relacionados con la sexualidad y la vida que dominaban y practicaban desde épocas ancestrales, y que era necesario controlar. La medicina popular realizada por las brujas presentaba un doble aspecto: práctico y mágico. El primero consistía en el uso de productos naturales de reconocida eficacia; el segundo, era el ritual mágico con oraciones y el poder de la mujer sabia, aspecto del cual muy poco se sabe. Había una distinción esencial entre esta medicina y la oficial, todos los especialistas de esta última eran hombres, mientras que la mayoría de las practicantes de la primera eran mujeres”.
A finales del siglo XX, en los últimos años, el término Bruja comienza a tomar relevancia para los grupos feministas. Quizás alguien lo tiró como algo peyorativo, pero en este retransformar conceptos, adueñarnos de ellos y brindarles una nueva identidad, “La Bruja” es hoy un término que abarca muchas personas, acciones, sentires.
Ser Bruja es hasta una posición política, espiritual y un modo de vida. Hoy muchas mujeres y disidencias nos identificamos Brujas (Brujes, Brujos) y andamos/construimos un nuevo camino de revelaciones.
Sin embargo, apoderarnos del término Bruja y quitarla de un lugar peyorativo es parte de una serie de luchas, pero también de una historia de muerte, fuego, torturas. Hubo mujeres que fueron señaladas como Brujas por dar un servicio al pueblo, por saber, cultivar y sanar.
Su exterminio y persecución está muy ligado a las pestes de las épocas medievales: a menos sanadoras a las que pueblo pudiera acceder, hubo menos conciencia social de la salud, la higiene y el autocuidado; a esto se suma la caza de gatos (por ser sirvientes de las Brujas y “del Diablo”), lo que generó proliferación de ratas. Resultado: una de las mayores pestes europeas, que diezmó a la población.
Es por esto que me parece importante que en algún punto, más allá del camino que cada una/e elija en su propio estudio de la brujería, podamos aprender de nuestra historia, del rol de las Brujas, de su historia y aportes a la humanidad.
Fueron “mujeres sabias”, como se dice por allí. Sí. Fueron las primeras en hacer tratados de anatomía complejos, en experimentar con drogas naturales y extraerlas de las plantas, en reconocer los canales del placer y el alumbramiento, así como también del aborto y la contención.
La Bruja que elijamos ser, en algún punto, por más pequeño que sea, tiene que honrar a las que vinieron antes que nosotras. Gracias a ellas, hoy somos. Gracias a su historia, hoy vemos el mundo con otros ojos.
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Bruxa. Cientistas, curandeiras, pesquisadoras.
Por Utz Gregorczuk
Tradução: Karen Amaral
O conceito de Bruxa é bastante novo e foi popularizado pela Inquisição durante os anos sombrios da humanidade. Não é o nome original pelo qual as mulheres que, na nossa imaginação viviam em cabanas longe das aldeias, solitárias, viajantes nômades, irmãs da floresta, eram chamadas.
Na realidade, a figura da Bruxa real possui tantas formas, cenários e contextos que se perderam pela falta de historicidade sobre sua realidade e pela quantidade de mitos, preconceitos e histórias ruins que se formaram sobre elas.
Diferentes teorias se referem a elas como as primeiras pesquisadoras: especialistas em anatomia, farmacêuticas, aborteiras, fitoterapeutas, alquimistas… curandeiras, afinal, que contribuíram muito para a ciência moderna.
Uma boa pesquisa a respeito, é a tese de Norma Blázquez Graf, El Retorno de las Brujas (UNAM, 2011), embora tenha alguns anos, aporta informação suficiente para começar uma boa pesquisa e indagar sobre nossas raízes feiticeiras.
“Entre os séculos XV e XVII, uma contradição tornou-se evidente. As mulheres haviam desenvolvido e cultivavam conhecimentos que se opunham a outros conhecimentos. Minha proposta é que durante os processos de bruxaria não só a magia ou as mulheres eram perseguidas, mas também a magia das mulheres, e que um dos principais motivos para perseguí-las era uma intolerância aos conhecimentos relacionados à sexualidade e a vida dominados por elas desde épocas ancestrais e que necessitavam ser controlados. A medicina popular realizada pelas bruxas tinha dois aspectos: prático e mágico. O primeiro consistia no uso de produtos naturais de reconhecida eficácia; o segundo era o ritual mágico com rezas e o poder da mulher sábia, aspecto do qual muito pouco se sabe. Existia uma distinção essencial entre essa medicina e a oficial, todos os especialistas da medicina oficial eram homens, enquanto a maioria dos praticantes da outra eram mulheres”.
No final do século XX, em seus últimos anos, o termo Bruxa começa a ganhar relevância para os grupos feministas. Talvez tenha aparecido como algo pejorativo, mas nessa retransformação de conceitos, tomamos posse deles e lhes damos uma nova identidade, “A Bruxa» é hoje um termo que abarca muitas pessoas, ações e sentimentos.
Ser Bruxa é até uma posição política, espiritual e uma forma de vida. Hoje muitas mulheres e dissidentes se identificam como Bruxas (Bruxes, Bruxos) e caminham/constroem um novo caminho de revelações.
Contudo, tomar posse do termo Bruxa e tirar dele o significado pejorativo é parte de uma série de lutas, mas também de uma história de morte, fogo e torturas. Houve mulheres que foram chamadas de Bruxas por prestar um serviço à comunidade, por saber, cultivar e curar.
Seu extermínio e perseguição está muito conectado às pestes do período medieval: com menos curandeiras a que as pessoas pudessem ter acesso, havia menos consciência social sobre a saúde, a higiene e o autocuidado; somando a caça de gatos (por serem servos das Bruxas e “do Diabo”), gerando uma proliferação de ratos. Resultado: uma das maiores pestes européias que dizimou a população.
Por isso me parece importante que em algum ponto, além do caminho que cada uma escolha em seus próprios estudos da bruxaria, possamos aprender com nossa história, com o papel das Bruxas, sua história e contribuições para a humanidade.
Foram “mulheres sábias”, como se diz por aí. Sim. Foram as primeiras em fazer complexos tratados de anatomia, experimentos com drogas naturais extraídas de plantas, reconhecendo os canais do prazer e da iluminação, também como do aborto e a contenção.
A Bruxa que escolhemos ser, em algum ponto, por menor que seja, tem que honrar as que vieram antes de nós. Graças a elas, hoje podemos ser. Graças a sua história, hoje vemos o mundo com outros olhos.
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Soy La Bruja, para la gente que me conoce bien.
Nombre artístico “Utz” o, según el espacio en el que me muevo: Lu, Luly, Gregor, Gregory, Gregoria, Utzi y varios nombres más. Periodista y, ocasionalmente, tarotista. Tengo un libro publicado: ‘Una y mil brujas’ (ed. Contamusa). Me declaro feminista, bisexual, bruja y políticamente comprometida con mi realidad.