
Foto: Vera Somlo (El animal II)
“Cada cosa que te conecta con la belleza de alguna forma te está conectando con una verdad”
Ella prepara un mate que es, como todo en este lugar, precioso y artesanal. Me lo pasa con sus dedos finos y largos, donde suele calzarse anillos con formas de la naturaleza y colores tierra. Estamos en Capisano, galería de arte y joyería donde, entre otras bellezas, se exponen las piezas de Vera Somlo hasta comienzos de agosto. El espacio está ubicado en el corazón de Palermo Soho y pertenece a la artista y joyera Cecilia Capisano. Al llegar, los ojos verdes de Vera brillan a través del vidrio. Mientras charlamos, se escucha de fondo el sonido de la gubia de Cecilia trabajando una nueva pieza, los movimientos rítmicos van acompañando el flujo de la conversación
Vera Somlo nació y se crió en Bariloche, en la Patagonia argentina. A los diecisiete, se mudó con su familia a España, donde vivió diez años. Todavía adolescente, se mudó un año a Bélgica y estudió idiomas. Cuando volvió a España hizo la carrera de Periodismo y Comunicación Audiovisual y una especialización en Estética Cinematográfica. Trabajó en una productora, en un festival de cine y en gastronomía. Durante ese tiempo también realizó documentales sobre mujeres maltratadas y prostitutas. Luego se trasladó a Buenos Aires y estudio Dirección de Fotografía para Cine en el SICA. En Buenos Aires empezó a hacer talleres de todas las cosas que siempre había querido hacer: pintura, cerámica, escultura, joyería, bordado, iluminación, fotografía. En esta nota, charlamos sobre sus primeros acercamientos al bordado, sobre la necesidad de revalorizar el oficio y la importancia de tejer redes entre mujeres artesanas.
¿Cómo te fuiste acercando a la producción de artesanías?
Creo que, desde chica, siempre me interesó, siempre lo busqué. Desde que una entra en contacto con la materia, tocando los cosas y explorando… en la infancia ya está en contacto con ese mundo y la creatividad ya está en cada una de nosotros desde el comienzo, después es ver de qué manera se despliega o concreta, pero creo que es inherente a nuestra esencia.

¿Consideras que tiene sentido hablar por un lado de labor artística y por otro lado de la artesanía, o los vivís como el mismo impulso?
Vienen del mismo impulso definitivamente. Creo que es una manera de expresar algo y cada uno busco su propia forma. El impulso es visceral: esa urgencia de hacer, de trasmitir o de transformar algo que está dentro de uno.
¿Vos como artesana sentís una conexión especial con los objetos que tenés en tu casa, los objetos con los que te rodeas?
Sí, por supuesto. Cada cosa que tengo me conecta con la belleza, que, para mí, cada cosa que te conecta con la belleza de alguna forma te está conectando con una verdad, con una sensibilidad que puede ser propia o de alguien que uno admira. Tengo un montón de objetos de amigas que admiro muchísimo y que me conectan con la potencia de su propia búsqueda.

¿Cuál es tu rutina de trabajo?
Me levanto muy temprano a la mañana, me voy al estudio y me quedo hasta la noche y a veces cuando llego a casa sigo trabajando hasta las cuatro de la mañana. Tengo una necesidad de hacer, no es una obligación: hago porque me encanta, porque me gusta explorar, porque siempre encuentro cosas nuevas, me encantan un montón de materiales. No tengo fines de semana, no tengo vacaciones. Mi vida no está estructurada en tiempos de recreo y tiempos de laburo, para mí es todo lo mismo, forma parte de lo que soy y de lo que me gusta hacer y lo que me gusta explorar, que es infinito. No me alcanza ni el cuerpo ni la vida para hacer todo lo que tengo ganas de hacer.
¿Qué disparadores usas para crear nuevas piezas? ¿Qué te inspira?
La naturaleza. El hacer. No sé si hay algo en concreto que me inspira. Sí puedo ver cosas que me remiten a algo o algún concepto de algún filósofo, pero después en realidad todo eso se desdibuja porque quizás voy con una idea y después a la hora de llevarla adelante el mismo trabajo me va llevando hacia otro lugar. Una termina siendo más canal de algo que te excede, que algo que vos quieras controlar. Y, de hecho, cuando empezás a controlar, siento que hay algo de ese espíritu que se va perdiendo.
Hablaste de conceptos filosóficos ¿Cómo se traspone un concepto filosófico a una artesanía?
Es que creo que cuando hay un filósofo o un escritor que te conmueve es porque en algún punto roza algo de la experiencia vital que vos estás transitando y que tiene que ver con tu búsqueda existencial, personal o intima de ese momento, entonces está entrelazado. El escritor lo que hace es poner en palabras de una manera mucho más clara, certera y potente algo que te está pasando a vos en ese momento; entonces ordena, no es que sea algo distinto que uno toma de ahí para hacer, sino que en realidad está ordenando algo que te está pasando a vos y de esa manera es mucho más fácil trabajarlo. Y cuando uno trabaja, trabaja con todo lo que es y con todo lo que le pasa y piensa.

¿Te parece que hay una sensibilidad de época? Por ejemplo, se dice mucho que ahora vivimos en la era de la imagen y que por lo tanto tenemos una imaginación más visual.
Y, evidentemente siempre estamos atravesados por nuestra época. No lo podemos evitar ni tenemos que evitarlo. Por ejemplo hoy podríamos decir que estamos muy atravesados por lo visual y menos por lo táctil. Lo visual y lo táctil tienen tiempos distintos. Y creo que parte de esa necesidad que hay de volver al oficio y al hacer pueden tener que ver con la urgencia del ser humano de bajar esa velocidad vital que nos está enfermando a todos. La velocidad impide la conexión. El tiempo del hacer, del jugar, del contemplar nos permite conectarnos con nosotros y con los demás.
¿Cómo vivís la recepción de este tipo de obras?
Me siento muy afortunada. El año pasado recibí el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes y eso fue muy lindo y muy gratificante. Fue como un empujón para seguir adelante. Y después la recepción bueno, hay gente que le gusta y gente que se siente más afín y otra gente que no, pero es normal, no todos conectamos con las mismas cosas.
Pero ves una revalorización…
Sí, sí. Siento que es un re lindo momento. Porque se está valorando de vuelta el oficio y me parece que es muy importante que no se pierda todo ese saber ancestral, que se traslada de maestro a discípulo. Es muy rico, muy muy valioso. Es vital para todos.
¿Cuál fue tu primer contacto con el bordado?
Con el bordado de muy chica porque mi abuelo me enseñaba a bordar en las horas de siesta porque detestaba que estuviéramos sin hacer nada (risas) entonces me ponía a bordar, a dibujar o me hacía aprender romances de memoria, que después se los tenía que recitar. Me crié en la naturaleza. Además, mi papá es ingeniero agrónomo y yo lo acompañaba muchas veces al campo y cuando lo acompañaba al campo, al INTA: tenían unos galpones muy grandes donde ellos recopilaban toda la lana de los pequeños productores de la Patagonia para hacer estudios de microfibras. Y cuando veía esos galpones enormes y preguntaba que hacían con eso además de estudiarla, yo me desesperaba porque quería ser grande para poder hacer algo con todo eso. Creo que fue el único momento donde quise crecer rápido. Quedó medio en stand by por muchísimo tiempo, hasta que el mejor amigo de mi papá me regaló una bolsa grande de vellón y en una muestra hace diez años con Mabel Pena, empecé a hacer algo muy tímido. Empecé a hacer unos nidos que dejé también después un largo tiempo en reposo hasta que me volvió la necesidad, la urgencia de trabajar con eso y en un taller con Francisca Kweitel, una clínica de proyectos, empecé a trabajar sobre el mismo concepto que había empezado y soñado de chica.

¿Y qué fue lo que más te atrajo de trabajar con ese material?
Creo que quizás lo más fuerte fue descubrir algo en la concepción del tiempo que trae lo textil. Hay algo del no-tiempo y del no-lugar. Siento que te conecta con algo que tiene que ver más con la eternidad. Que no te pasa tanto con otros materiales. Quizás con la madera, por ejemplo, el metal no… el metal tiene un tiempo, una fuerza diferente, otro ritmo. Cada material tiene un tiempo distinto.
¿Sentís que en el encuentro de artesanas se activa algo de esa energía ancestral?
Sí, totalmente. Para mí es lo más rico que hay. De hecho, muchas de mis grandes amigas ahora son hermanas hacedoras con las que una conecta desde otro lugar, un lugar de mucha profundidad, como si te conocieras desde un lugar mucho más íntimo. Una conexión muy primordial. Y bueno, hacer redes es lo que nos toca hacer ahora, ¿no? Fortalecer eso, que de verdad sea una manera de aprender a colaborar y a dar generosamente desde un lugar mucho más noble, mas comunitario, desde el corazón, sin estar pensando en la competencia, que es un valor muy de ahora, del individualismo, de “me destaco solo” sin darse cuenta que para que uno este donde está, recibió mucho apoyo y muchas personas lo ayudaron a crecer, a formarse, a pensarse, a repensarse.
¿Crees que todo esto que haces es tu manera de expresar una especie de topofilia, de amor por el lugar?
Es una búsqueda. Siento que cada uno de nosotros tiene una manera de transitar un espacio, que es un espacio físico, real y también interior, espiritual. Y en ese transitar uno va teniendo un montón de experiencias y esas experiencias, indefectiblemente te van cambiando: pueden sacar lo mejor de vos, pueden sacar lo peor de vos. Eso depende de uno. Te puede llevar a los mejores paisajes o al peor de los infiernos. Pero se trata quizás de seguir transitando y ver de qué manera todo eso que uno va recibiendo de lo exterior y de lo interior se va transformando en el hacer. Todos tenemos una búsqueda de algo. Hay que ver de qué forma cada uno lo va bajando y materializando.
VERA SOMLO, ARTESÃ.

“Cada coisa que te conecta com a beleza de alguma forma está te conectando com uma verdade”
Ela perapara um chimarrão que é, como tudo neste lugar, precioso e artesanal. Me pasa com seus dedos finos e longos, onde costuma usar aneis com formas da natureza e cores da terra. Estamos em Capisano, galeria de arte e joalheria onde, entre outras belezas, se expõe as peças de Vera Somlo até o começo de agosto. O espaço está localizado no coração de Palermo Soho e pertence à artista e joalheira Cecilia Capisano. Ao chegar, os olhos verdes de Vera brilham através do vidro. Enquanto conversamos, se escuta ao fundo o som da goiva de Cecilia trabalhando uma nova peça, os movimentos rítmicos vão acompanhando o fluxo da conversação.
Vera Somlo nasceu e foi criada em Bariloche, na Patagônia argentina. Aos dezessete, se mudou com sua família à Espanha, onde morou por dez anos. Ainda adolescente, se mudou por um ano a Bélgica e estudou idiomas. Quando voltou à Espanha cursou a graduação de Jornalismo e comunicação Audiovisual e uma especialização em Estética Cinematográfica. Trabalhou em uma produtora, em um festival de cinema e em gastronomia. Durante esse tempo também realizou documentários sobre mulheres mal tratadas e prostitutas. Depois se mudou a Buenos Aires e estudou Direção de Fotografia para Cinema no SICA. Em buenos Aires começou a fazer oficinas de todas as coisas que sempre quis fazer: pintura, cerâmica, escultura, joalheria, bordado, iluminação, fotografia. Nesta nota, conversamos sobre suas primeiras aproximações ao bordado, sobre sua necessidade de revalorizar o ofício e a importância de tecer redes entre mulheres artesãs.
Como você foi se aproximando à produção de artesanato?
Acho que, desde pequena, sempre me interessou, sempre fui atrás. Desde de que a gente entra em contato com a matéria, tocando as coisas e explorando… na infância já está em contato com esse mundo e a criatividade já está em cada uma de nós desde o começo, depois é ver de que maneira se desdobra ou concretiza, mas acredito que é inerente à nossa essência.

Você considera que tem sentido falar por um lado de trabalho artístico e por outro lado do artesanato, ou você experencía isso com o mesmo impulso?
Vêm do mesmo impulso, definitivamente. Creio que é uma maneira de expressar algo e cada um procura sua própria forma. O impulso é visceral: essa urgência de fazer, de transmitir ou de transformar alguém que está dentro da gente.

Como artesã, você sente uma conexão especial com os objetos que você tem na sua casa, os objetos com os quias você se rodeia?
Sim, claro. Cada coisa que tenho me conecta com a beleza, que, para mim, cada coisa que te conecta com a beleza de alguma forma está te conectando com uma verdade, com uma sensibilidade que pode ser propria ou de alguém que a gente admira. Tenho um montão de objetos de amigas que admiro muito e que me conectam com a potência de sua própria busca.
Qual é a tua rotina de trabalho?
Acordo muito cedo de manhã, vou para o estúdio e fico até de noite e às vezes quando chego em casa continuo trabalhando até às quatro da manhã. Tenho uma necessidade de fazer, não é uma obrigação: faço porque amo, porque gosto de explorar, porque sempre encontro coisas novas, gosto muito de um montão de materiais. Não tenho fins de semana, não tenho férias. Minha vida não está estruturada em tempos de lazer e tempos de trabalho, para mim é tudo a mesma coisa, forma parte do que sou e do que gosto de fazer e o que eu gosto de explorar, que é infinito. Não chego a ter corpo e vida suficientes para fazer tudo que tenho vontade de fazer.
Que desparadores você usa para criar novas peças? O que te inspira?
A natureza. O fazer. Não sei se há algo em concreto que me inspira. Sim posso ver coisas que me remetem a algo ou algum conceito de algum filósofo, mas depois na verdade tudo isso se ofusca porque capaz que vou com uma ideia e depois na hora de levar adiante o trabalho mesmo vai me levando para outro lugar. A gente termina sendo mais canal de algo que nos excede, que algo que você tente controlar. E, de fato, quando começa a controlar, sinto que tem algo desse espirito que vai se perdendo.
Você falou de conceitos filosóficos. Como se transpõe um conceito filosófico a um artesanato?
É que acredito que quando tem um filósofo ou um escritor que te comove é porque em algum ponto roça algo da experiência vital que você está transitando e que tem a ver com tua busca existencial, pessoal ou íntima desse momento, então está entrelaçado. O que o escritor faz é colocar em palavras de maneira muito mais clara, certeira e potente algo que está acontecendo contigo nesse momento; então ordena, não é que seja algo distinto que a gente pega daí para fazer, senão que na realidade está ordenando algo que tá acontecendo contigo e dessa maneira é muito mais fácil trabalhar isso. E quando trabalhamos, trabalhamos com tudo o que somos e com tudo que nos acontece e pensamos.

Você acha que há uma sensibilidade de época? Por exemplo, se diz muito que agora vivemos na era da imagem e que portanto temos uma imaginação mais visual.
Bom, evidentemente sempre estamos atravessados pela nossa época. Não podemos evitar nem temos que evitar. Por exemplo hoje podemos dizer que estamos muito atravessados pelo visual e menos pelo tátil. O visual e o tátil têm tempos distintos. E acredito que parte dessa necesidade que existe de voltar ao ofício e ao fazer podem ter algo a ver com a urgência do ser humano de baixar essa velocidade vital que está adoencendo a todos nós. A velocidade impede a conexão. O tempo do fazer, do brincar, do contemplar nos permite conectar-nos conosco e com os demais.
Como você vive a recepção deste tipo de obras?
Eu me sinto muito bem-afortunada. No ano passado recebi o Primeiro Prêmio do Fundo Nacional das Artes e isso foi muito lindo e muito gratificante. Foi como um empurrão para seguir em frente. E depois a recepção bom, tem gente que gosta, e gente que sente mais afinidade e outras pessaos pessoas que não, mas é normal, não todos nos conectamos com as mesmas coisas.
Mas você vê uma revalorização…
Sim, sim. Sinto que é um momento muito lindo. Porque o ofício está sendo valorizado de novo e acho que é muito importante que não se perca todo esse saber ancestral, que se transfere de mestre a discípulo. É muito rico, muito muito valioso. É vital para todos.
Qual foi teu primeiro contato com o bordado?
Com o bordado desde bem pequena porque meu avô me ensinava a bordar nas horas da sesta porque detestava que a gentes estivesse sem fazer nada (risos) então me colocava para bordar, desenhar ou me fazia aprender romances de cor, que depois tinha que recitar. Fui criada na natureza. Além disso, meu pai é engenheiro agrônomo e eu o acompanhava ao campo, ao INTA: tinham uns galpões muito grandes onde eles compilavam toda a lã dos pequenos produtores da Patagônia para fazer estudos de microfibras. E quando via galpões enormes e perguntava o que faziam com isso além de estudar, eu me desesperava porque queria ser grande para poder fazer algo com tudo isso. Acho que foi o único momento onde quis crescer mais rápido. Ficou meio em stand by por muito tempo, até que o melhor amigo do meu pai me de uma saco grande de velo e numa mostra faz dez anos com Mabel Pena, comecei algo muito tímido. Comecei a fazer uns ninhos que deixei também depois de um longo tempo em repouso até que voltou a necessidade, a urgência de trabalhar com isso e numa oficina com Francisca Kweitel, uma clinica de projetos, comecei a trabalhar sobre o mesmo conceito que havía começado e sonhado desde menina.

E o que foi que mais te atraiu do trabalho com esse material?
Acho que talvez o mais forte foi descobrir algo na concepção do tempo que o têxtil traz. Há algo do não-tempo e do não-lugar. Sinto que te conecta com algo que tem a ver mais com a eternidade. Que não nos acontece tanto com outros materiais. Talvez com a madeira, por exemplo, o metal não, o metal tem um tempo, uma força diferente, outro ritmo. Cada material tem um tempo distinto.
Você sente que no encontro de artesãs algo dessa energia ancestral é ativada?
Sim, totalmente. Para mim é o mais rico que tem. De fato, muitas das minhas grandes amigas agora são irmãs fazedoras com as que a gente se conecta desde outro lugar, um lugar de muita profundidade, como se você se conhecesse desde um lugar muito mais íntimo. Uma conexão muito primordial. E bom, fazer redes é o que a gente tem que fazer agora, né? Fortalecer isso, que de verdade seja uma maneira de aprender a colaborar e dar generosamente desde um lugar muito mais nobre, mais comunitário, desde o coração, sem estar pensando na competição, que é um valor muito de agora, do individualismo, de “me destaco sozinho” sem perceber que para que a gente esteja onde está, recebemos muito apoio e muitas pessoas nos ajudaram a crescer, a nos formar, a nos pensar, a nos repensar.
Você acredita que tudo isto que você faz é tua maneira de expressas uma especie de topofilia, de amor pelo lugar?
É uma busca, Sinto que cada um de nós tem uma maneira de transitar um espaço, que é um espaço físico, real e também interior, espiritual. E nesse transitar a gente vai tendo um montão de experiências e essas experiências, inevitavelmente vão te mudando: podem obter o melhor de ti, podem obter o pior de ti. Isso depende de cada um. Pode te levar às melhores paisagens ou ao pior dos infernos. Mas talvez seja uma questão de continuar transitando e ver de que maneira isso que a gente vai recebendo do exterior e do interior vai se transformando no fazer. Todos temos uma busca de algo. Tem que ver de que forma cada um vai traduzindo e materializando