
Lecciones políticas de Mayo del 68
“Ninguna revolución prevé la revolución que vendrá, aunque en la entraña porte su germen”
(José Carlos Mariátegui)
Cincuenta años después de que los jóvenes protagonizasen insurrecciones a lo largo y ancho del planeta, el balance de Mayo del 68 sigue siendo polémico. En este oportuno ensayo, la argentina Lucía Álvarez apunta que, en gran medida, aquella sublevación inquietante, que vino a sacar a los parisinos de esa comodidad que Julio Cortázar llamó “muerte climatizada”, fue enterrada bajo una montaña de libros. Cientos de ensayos se publicaron en los meses que siguieron a la insurrección, y fueron apuntalando dos lecturas de un acontecimiento que fue -todos lo son, diría Alain Badiou-, al mismo tempo, singular y universal.
La primera posición, que se hará hegemónica, describe el Mayo francés y sus correlatos múltiples como un fracaso, “una cronología sin carne” que no sólo no acabó con el capitalismo, sino que anticipó el individualismo que consagraría la ideología neoliberal. La segunda postura, por el contrario, ve en el 68 una nueva lógica política que rechaza la toma del poder, porque impugna el poder en sí mismo. Así, se inaugura en Mayo una práctica política donde lo importante no son los objetivos fijados de antemano, sino la creación de una dinámica subjetiva: un mundo donde puedan cohabitar las diferencias. El riesgo de esta interpretación, subraya la autora citando a Cornelius Castoriadis, radica en no asumir las consecuencias no deseadas de la espontaneidad: el llamado es a combinar organización y autonomía en la praxis política.
La autora recorre el Mayo francés y otros Mayos hasta llegar al Cordobazo, que define como un parteaguas en la historia argentina. Procesos muy diversos, pero que convergen en la emergencia de la juventud, la espontaneidad de las masas y “las expectativas por un futuro que se creía promisorio y cercano”. Tal vez, concluye Álvarez, sea esto último, la recuperación del futuro, uno de los aspectos que con más ahínco debemos retomar del espíritu del 68, “en la pesadez de estos tiempos en los que ya no sabemos contra quién rebelarnos porque la mayor represión, la mayor alienación viene de nosotros mismos”.
La intuición del 68: a vueltas con el deseo
La reflexión de Álvarez se complementa con un artículo del español Amador Fernández-Savater que nos invita a retomar la intuición del 68: pensar la transformación social no como una toma del poder, sino como una mutación radical de la posición del deseo. No sólo se trata de cambiar un objeto de deseo por otro, sino de un cambio del modo mismo de desear: “una redistribución radical de lo deseable y lo indeseable, de lo que importa y de lo que no importa” que se produzca “a nivel de cuerpo y de piel”, y no apenas desde la ideología.
Fernández-Savater recupera los aportes de Jean-François Lyotard y, en especial, su convicción de que “no hay economía política sin economía libidinal”: es decir, todo modo de producción está sostenido desde el deseo. Los jóvenes salieron a las calles en 1968 huyendo del aburrimiento que les provocaba el capitalismo taylorista; tras esa larga onda en el espacio y en el tiempo que fue Mayo, el deseo se inviste de otros valores: la autonomía se impone frente a la disciplina; se intensifican las pasiones. Y el capitalismo pone todo eso a trabajar: se consolida, en el neoliberalismo maduro que hoy vivimos, un régimen depredador de la energía, según la expresión propuesta por Lyotard: “El depredador – escribe Amador – no es simplemente el vampiro que chupa la sangre. La figura es distinta, más compleja, más interesante: el depredador exalta las energías, depreda energías sobreexcitadas”.
El capital moviliza, agita, estimula el deseo, en lugar de reprimirlo. “El neoliberalismo ya no nos dice no (‘no puedes’), sino sí (puedes y debes). No nos fuerza como un poder exterior, sino interior y voluntario. No reprime el goce (o no pone el goce en la represión), sino que lo suscita”. Del aburrimiento hemos pasado al agobio: la mezcla de estrés y ansiedad que nos provocan la sobrecarga de tareas y los estímulos constantes. La culpa y la angustia por no llegar a todo lo que se nos propone desde las mil pantallas y redes sociales que nos bombardean con cursos de formación, conferencias, talleres, actividades culturales, viajes por hacer, series por mirar, libros por leer. Tareas que se acumulan inconteniblemente.
Es entonces que, como dice David Le Breton, el silencio y el caminar se imponen como formas de resistencia política. Instantes de apagón colectivo, escribe Fernández-Savater, en los que “ya no queremos estar en otro sitio más que donde se está”, en que sentimos que tenemos todo el tiempo del mundo. Y es ahí que el deseo se regenera y que se abre la posibilidad de pensar desde fuera de los esquemas de la acumulación capitalista.
LUCÍA ÁLVAREZ, MAIO 68. A REVOLTA FRANCESA E SUAS MARCAS NA ARGENTINA
Lições políticas de Maio de 68
“Nenhuma revolução prevê a revolução que virá, ainda que nas entranhas carregue seu broto”
(José Carlos Mariátegui)
Cinquenta anos depois de que os jovens protagonizassem insurreições de ponta a ponta do planeta, o balanço de Maio de 68 continua sendo polêmico. Nesse oportuno ensaio, a argentina Lucía Álvarez aponta que, em grande medida, aquela revolta inquietante, que veio para tirar aos parisienses desse conforto que Julio Cortázar chamou “morte climatizada”, foi enterrada por debaixo de uma montanha de livros. Centenas de ensaios se publicaram nos meses que seguiram a insurreição, e foram apontando duas leituras de um acontecimento que foi – todos são, diria Alain Badiou -, ao menos tempo, singular e universal.
A primeira posição, que se fará hegemônica, descreve o Maio francês e seus múltiplos correlatos como um fracasso, “uma cronologia sem carne” que não somente não acabou com o capitalismo, como também antecipou o individualismo que consagraria a ideologia neoliberal. A segunda postura, pelo contrário, vê no 68 uma nova lógica política que rejeita a toma do poder, porque refuta o poder em si mesmo. Assim, inaugura-se em Maio uma prática política onde o importante não é os objetivos estabelecidos de antemão, senão a criação de uma dinâmica subjetiva: um mundo onde possam conviver as diferenças. O risco dessa interpretação, destaca a autora citando a Cornelius Castoriadis, reside em não assumir as consequencias indesejadas da espontaneidade: o chamado é combinar organização e autonomia na práxis política.
A autora percorre o Maio francês e outros Maios até chegar ao Cordobazo, que define como um divisor de águas na história argentina. Processos muito diversos, mas que convergem na emergência da juventude, a espontaneidade das massas e “as expectativas por um futuro que acreditava-se promissor e próximo”. Talvez, conclui Álvarez, seja o último, a recuperação do futuro, um dos aspectos que com mais afinco devemos retomar do espírito de 68, “no peso desses tempos no qual já não sabemos contra quem nos rebelar, porque a maior repressão, a maior alienação vem de nós mesmos”.
A intuição do 68: as voltas com o desejo
A reflexão de Álvarez se complementa com um artigo do espanhol Amador Fernández-Savater que nos convida a retomar a intuição do 68: pensar a transformação social não como uma toma do poder, se não como uma mutação radical da posição do desejo. Não só se trata de mudar um objeto de desejo pelo outro, se não de uma mudança do próprio modo de desejar: “uma redistribuição radical do desejável e do indesejável, do que importa e do que não importa” que se produza “no nível do corpo e da pele”, e não apenas desde da ideologia.
Fernández-Savater recupera os aportes de Jean-François Lyotard e, em especial, sua convicção de que “não há economia política sem economia libidinal”: isto é, todo modo de produção está sustentado desde o desejo. Os jovens saíram as ruas em 1968 fugindo do tédio que lhes provocava o capitalismo taylorista; após essa longa onda no espaço e no tempo que foi Maio, o desejo investe de outros valores: a autonomia se impõe frente à disciplina; se intensificam as paixões. E o capitalismo põe tudo isso a trabalhar: se consolida, o neoliberalismo maduro que vivemos hoje, um regime predador da energia, segundo a expressão proposta por Lyotard: O predador – escreve Amador – não é simplesmente o vampiro que chupa o sangue. A figura é diferente, mais complexa, mais interessante: o predador exalta as energias, depreda energias sobreexcitadas”.
O capital move, agita, estimula o desejo, em lugar de o reprimir. “O neoliberalismo já não nos disse não (‘não pode’), senão sim (pode e deve). Não nos força como um poder exterior, senão interior e voluntário. Não reprime o gozo (ou não põe o gozo na repressão), senão que o suscita”. Do tédio passamos ao sufoco: a mistura de estrés e ansiedade que nos provocam a sobrecarga de tarefas e os estímulos constantes. A culpa e a angústia por não alcançar tudo que se nos propõem desde das mil telas e redes sociais que nos bombardeiam com cursos de formação, conferências, oficinas, atividades culturais, viagens por fazer, séries por assistir, livros por ler. Tarefas que se acumulam desenfreadamente.
É então que, como disse David Le Breton, o silêncio e o caminhar se impõe como formas de resistência política. Instantes de apagão coletivo, escreve Fernández-Savater, nos quais “já não queremos estar em outro lugar além do que estamos.”, onde sentimos que temos todo o tempo do mundo. E é ai que o desejo se regenera e que se abre a possibilidade de pensar desde fora dos esquemas de acumulação capitalista.
Desde niña, mi mayor pasión es escribir. Soy periodista, madrileña y vivo en América Latina desde 2008. He colaborado con medios como Le Monde Diplomatique, Público y La Marea, y formo parte del colectivo de periodismo independiente Carro de Combate, que analiza los impactos socioambientales de lo que consumimos. Entiendo que el feminismo implica la descolonización de nuestras vidas, cuerpos y mentes y esa es una tarea cotidiana, muchas veces ardua pero también profundamente liberadora.