
Créditos imagen: Archivo personal Mónica y Cris
Este plural nos recarga
trazamos juntas una línea punteada
nos encontramos en estas desobediencias cómplices
desobediencias aprendidas
tejidas en conjunto, contadas al oído.
“Mijita, no puedo hablar. Estoy en la oficina. Más tarde seguimos hablando del A…” le dice Mónica (mamá) a Cris (hija) el pasado viernes 28 de septiembre en un correo electrónico enviado desde su cuenta institucional.
Hablar de aborto (del ‘A…’) está atravesado por el silencio, la vergüenza y, sobre todo, el miedo a juicios y represalias de todo tipo. Este texto que ofrecemos se ha escrito a cuatro manos, desde un plural desobediente y como parte de los malabares que hacemos para mantenernos cerca, mamá e hija, aun viviendo a 6 mil kilómetros. Dos cuerpos latiendo a través de la geografía, dos generaciones de mujeres en un diálogo que sentimos necesidad y deseo de compartir. Lo hemos ido tejiendo a través del tiempito que tenemos disponible, entre las actividades del trabajo y los cuidados.
Cris (hija): Creciendo junto a un hermano trece años mayor, supe que tú no habías vivido solo dos embarazos. Y tú me contaste, desde muy chiquita, lo que habías vivido. Me acuerdo de que usabas el verbo “aferrarse”, cuando describías los dos embarazos de los que nacimos mi hermano y yo. Fue tan natural la forma en que me contaste que entre él y yo hubo varios embarazos interrumpidos: por razones de salud, porque no había condiciones, porque corrías mucho riesgo.
Mónica (mamá): Hablar de esto es un tema sensible, siento que influyen tantos factores. Vivimos en una sociedad machista y patriarcal que no ha cambiado desde hace muchos años. Yo hablo localizada en mi experiencia. Desde el momento en que tomé la decisión de realizarme un aborto no he sentido remordimiento alguno, ni afectación sicológica. Más bien, sentí el empoderamiento de mi persona. Y el apoyo de quien fue mi esposo. Estas decisiones ayudan a las mujeres a sentirnos seguras, a tomar decisiones importantes que involucran la vida, el futuro y, lo más importante: nuestra fortaleza.
Cris: Me molesta cuando escucho comentarios sobre la “irresponsabilidad” de las mujeres y demás personas gestantes, argumentando que un embarazo tiene que llevarse a término, siempre, cueste lo que cueste. Tantas veces hemos compartido escalofríos juntas cuando en una reunión familiar alguien sacaba el tema del aborto y, generalmente con argumentos religiosos, se escuchaban condenas rotundas y la palabra “asesinas”. Yo sé que no saben. No tienen por qué saber. Ahí, a menos de un metro de distancia hay siempre una o más mujeres que podemos haber interrumpido embarazos y que tenemos que escuchar esos juicios.
Mónica: Exacto. Yo pienso: “mi hija y mi hijo les tuve porque yo tomé la decisión de tenerlos”. Esto afianzó más mi condición de mujer valiente. A tu hermano le tuve cuando era estudiante y a ti cuando estaba cerca de los 40. Ambas situaciones tuvieron sus dificultades, pero yo sentí que era momento de tenerlos y además contaba con muchos apoyos. Dentro de mí yo estaba segura de que quería tenerlos y así lo hice, me cuidé en el embarazo para poder tenerles. Algo que creo que puede ser difícil para las mujeres es enfrentarse a la decisión del “hombre de la casa”, la pareja, cuando te dice que continúes o interrumpas un embarazo. Muchas veces, por supuesto amor, por dependencia económica y psicológica, permitimos que otras personas decidan por nosotras. No es una lucha solo por interrumpir nuestros embarazos. La lucha también es para decidir cuándo, cómo y con quién ser madres (o no serlo).
Cris: Yo admiro que tú no hayas concebido la maternidad como abnegación, renuncia a ti misma o sacrificio. Desde pequeña sentí que tú tenías muy claro cómo querías educarnos, guiada por el feminismo, la equidad de género y el derecho a una sexualidad plena. Tu forma de maternar era vista como “rara” por el resto de nuestra familia, porque no hubo violencia, castigos corporales ni chantajes. Me pregunto, ¿cómo una maternidad forzada podría permitirnos a las mujeres vivir tranquilas? Además, pensando en mí y en todas las mujeres que hemos vivido violencia sexual, ¿cómo es que además tienes que continuar un embarazo y ser capaz de criar? Solo el hecho de “seguir con tu vida” se siente como estar sumergida bajo el agua.
Mónica: Es que ahí te das cuenta cómo la violencia es como un dominó. La vivencia misma del embarazo (sus cambios, sus riesgos, sus implicaciones en nuestros cuerpos) se invisibilizan. Yo después de tantos años, de varios embarazos interrumpidos por diferentes razones, no siento ningún arrepentimiento, remordimiento o culpa. Valoro que he podido ser decidida, valoro tener autonomía sobre mi cuerpo. Lo que más deseo es que todas las mujeres del mundo, independientemente de la edad, podamos ir construyendo futuro con autonomía y libertad para tomar decisiones efectivas en relación con cada una.
Cris: Sí, mamita, pero vivimos tan amordazadas ¿no? Es un alivio haber podido hablar de esto desde siempre. Siento que no fue tu obligación tenernos, que nos escogiste. Y ese es un gesto enorme, bello y generoso. Y luego nos criaste con todo el amor, nos reconociste como personas en un mundo tan centrado en “lo adulto”. Qué horror me parece pensar que alguien hubiera podido obligarte a continuar con esos embarazos con tanto riesgo.
Mónica: Por eso mismo es que estamos luchando, caminando juntas por garantizar a las mujeres aborto legal, seguro, gratuito. ¿Por qué no? ¿Por qué negarle a una mujer la posibilidad de escoger sobre su vida, sobre su salud, sobre su maternidad incluso? Yo, por ser médica, pude tener acceso a interrumpir embarazos en las mejores condiciones. ¡Esa no debe ser la excepción, no debe ser una suerte o un privilegio! Me duele cómo en estos momentos seguimos enfrentando a una sociedad machista, patriarcal, misógina, que toma las decisiones por cientos, miles, millones de mujeres que necesitamos libertad de decisión en todos los ámbitos. ¿Por qué provoca tanto miedo nuestra libertad?
FALAR DO “A…”

Traduzido por Florencia Ordoqui
Este plural nos recarrega
traçamos juntas uma línea pontilhada
a gente se encontra nessas desobediências cúmplices
desobediências aprendidas
tecidas em conjunto, contadas ao ouvido.
Minha filha, eu não posso falar não. Estou no escritório. Mais tarde continuamos conversando do “A…” fala Mônica (mãe) para a Cris (filha) na passada sexta-feira, 28 de setembro, em um e-mail enviado desde sua conta institucional.
A fala sobre o aborto (falar do “A…”) fica atravessada pelo silêncio, pela vergonha e, sobre tudo, o medo aos julgamentos e as represálias de todo o tipo.
Este texto que nós oferecemos tem sido escrito a quatro mãos, desde um plural desobediente e como parte dos malabares que a gente faz para nos manter perto, mãe e filha, morando até mesmo a 6000 quilômetros. Dois corpos batendo através da geografia, duas gerações de mulheres em um diálogo que sentimos necessidade e desejo de compartilhar. Um diálogo que foi tecido por nós no tempinho que tínhamos disponível, entre as atividades do trabalho e os cuidados.
Cris (filha): crescendo com um irmão treze anos mais velho que eu, eu sabia que você não tinha vivido apenas duas gravidezes. E você me contou desde que eu era uma criancinha, o que você tinha vivido. Eu me lembro de que você usava o verbo “se aferrar” quando descrevia as duas gravidezes das quais nascemos meu irmão e eu.
Foi natural o jeito em que você me disse que, entre ele e eu, foram várias as gravidezes interrompidas: por motivos de saúde, porque não havia condições, porque você ficava em risco.
Mônica (mãe): falar disso é uma questão sensível. Sinto que são muitos os fatores que interferem. Há muitos anos que a gente vive em uma sociedade machista e patriarcal na qual nada tem mudado. Eu falo localizada na minha experiência. No momento no qual tomei a decisão de me realizar um aborto, não tem sentido arrependimento nenhum, nem afetação psicológica. O que eu senti foi um empoderamento da minha pessoa. E também o apoio do meu marido. Essas decisões ajudam ás mulheres a nos sentir seguras, tomar decisões importantes que envolvem a vida, o futuro e, o mais importante: a nossa fortaleza.
Cris (filha): incomoda-me quando escuto comentários que falam sobre a “irresponsabilidade” das mulheres e outras pessoas gestantes, argumentando que uma gravidez deve ser concluída sempre, qualquer seja o custo. Quantas vezes nós compartilhamos calafrios, quando em alguma reunião familiar alguém começava falar sobre o aborto e, geralmente com argumentos religiosos, se escutavam fortes condenações, e a palavra “assassinas”. Eu sei que eles não sabem. Não precisam saber. Aí, a menos de um metro de distancia, fica sempre uma ou mais mulheres que podemos ter interrompido gravidezes e que temos que escutar esses julgamentos.
Monica: Certo. Eu penso “minha filha e meu filho nasceram porque eu tomei a decisão de tê-los”. Isso afiançou minha condição de mulher valente. Eu tive seu irmão quando eu era estudante, e você nasceu quando eu estava perto dos 40 anos. As duas situações tiveram dificuldades, mas eu senti que esse era o momento de tê-los e, além disso, eu tinha muito apoio. Dentro de mim eu estava segura de que queria tê-los e assim o fiz, e tomei cuidado durante a gravidez para poder os ter. Uma coisa que eu acho que pode ser difícil para as mulheres, é o fato de enfrentar á decisão do “home da casa”, o parceiro, quando te diz que continues ou interrompas uma gravidez. Muitas vezes, por um suposto amor, por dependência econômica y psicológica, a gente permite que outras pessoas decidam o que nós temos que decidir. A luta não é apenas para interromper as nossas gravidezes. A luta também é para decidir quando, como e com quem ser mães (ou não ser).
Cris: eu admiro que você não tenha concebido a maternidade como uma abnegação, uma renuncia a si mesma, ou um sacrifício. Desde menina senti que você tinha muito claro como queria nos educar, guiada pelo feminismo, a equidade de gênero e o direito a uma sexualidade plena. Sua maneira de ser mãe era vista como estranha pelas outras pessoas da nossa família, porque não houve violência, castigos corporais, nem chantagem. Eu me pergunto: como é que uma maternidade forçada poderia permitir ás mulheres viver tranqüilas? E, além disso, pensando em mim e em todas as mulheres que temos vivido violência sexual, como é que se pode continuar uma gravidez e ser capaz de criar? Só o fato de “continuar com a tua vida” se sente como ficar submersa na água.
Mônica: Aí você da conta de que a violência é como um dominó. A vivência da gravidez (as mudanças, os riscos, as implicações nos nossos corpos) fica invisível.
Mas eu, depois de tantos anos e várias gravidezes interrompidas por rações diferentes, não sinto arrependimento nenhum, ou culpa. Eu valorizo que consegui tomar decisões, valorizo ter autonomia sobre meu corpo. O que eu desejo é que todas as mulheres do mundo, independentemente da idade, possamos construir um futuro com autonomia e liberdade para tomar decisões efetivas em relação com cada uma de nós.
Cris: Sim, mamãe, mas vivemos tão amordaçadas, né? Para mim é um alívio ter podido falar disso desde sempre com você. Sinto que não foi sua obrigação nos ter, você nos escolheu. E é esse um gesto enorme, belo e generoso. E depois você nos criou com todo o amor, nos reconheceu como pessoas em um mundo focado em “o adulto”. Parece-me um horror pensar que alguém tinha sido capaz de te obrigar a continuar com essas gravidezes com tanto risco.
Monica: Por isso mesmo é que estamos lutando. Caminhando juntas para garantir ás mulheres o aborto legal, seguro, gratuito. Por que não? Por que negar-lhe a uma mulher a possibilidade de escolher sobre sua vida, sobre sua saúde, e até mesmo sobre sua maternidade?
Eu sou medica, e é por isso que eu pude ter acesso á interrupção de gravidezes nas melhores condições. Essa não deve ser a exceção, não deve ser uma sorte ou um privilegio! Dói-me como, em esses momentos, continuamos lutando contra uma sociedade machista, patriarcal, misógina, que toma decisões por centos, milhares, milhões de mulheres que precisamos liberdade de decisão em todos os âmbitos. Por que causa tanto medo nossa liberdade?
Mónica es médica y ha trabajado durante mucho tiempo por los derechos sexuales y reproductivos y prevención de violencia de género. Es mamá de Chelo y Cris, que viven en polos opuestos de las Américas, con quienes quiere recorrer el mundo.
Cris es estudiante doctoral de antropología. Se dedica a escribir y a hacer equilibrismo entre el activismo y la academia. De vez en cuando experimenta con diferentes medios como vídeo, teatro y dibujo.