
Imagen: Sofia Sguillaro
El día que comencé a conversar con vos, el niño que te llamó, me tomó la mano y, sin saber de tus abuelas, me habló de ellas.
Sentí, en ese mismo momento, las alitas de un picaflor en mi vientre… Y ya sabemos lo que significa cuando te visitan.
Conversamos. La palabra no violada ni adulterada no es individual no es ego. Es vida, es conversación con tus abuelas, con migo, con vos.
Visité a la abuela del barrio. Ese día me bendijo con sus pequeñas flores amarillas y el humo del fuego y romero me aromó la piel.
Volví a casa. Me recosté.
No era tiempo, dijimos.
Pero el juncal está creciendo
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Avyu pora

No dia em que comecei a conversar contigo, o menino que te chamou me pegou pela mão e, sem saber das tuas avós, me falou delas.
Senti, nesse mesmo momento, as asinhas de um beija-flor em meu ventre… E já sabemos o que significa quando eles te visitam. Conversamos. A palavra não violada nem adulterada não é individual não é ego. É vida, é a conversa com as tuas avós, comigo, contigo.
Visitei a avó do bairro. Nesse dia ela me benzeu com suas pequenas flores amarelas e com a fumaça do fogo e o alecrim me deixou a pele perfumada.
Voltei para casa. Me deitei.
Não é tempo, dissemos.
Mas o juncal está crescendo.
Nací en Ciudad de Córdoba, Argentina. En medio de un viaje a San Marcos Sierra, me contaron de un instituto de culturas indígenas donde podía continuar mis estudios. En ese andar, me detuve. Escuché, conversé, me detuve nuevamente, sentí, pensé colectivamente, y mis tías pudieron arder de nuevo, luego de guardar la historia entre las piedras, para contarme que hubo una abuela guaraní, de la cual nadie sabe su nombre.