
Por Vanessa Gómez Bernal y Marta Güelfo Márquez
Ir ao artigo em português
Este fin de semana desde la Coordinadora Feminista de la Provincia de Cádiz celebrábamos las I Jornadas de Activismo Feminista de la provincia: FEMINISMOS DESDE LOS MÁRGENES. En el marco del Día Internacional de los Derechos Humanos tuvimos una jornada de encuentro, arrope, aprendizaje, reflexión y cuestionamientos que compartimos diferentes colectivos feministas de la provincia de Cádiz. La localización de Cádiz es peculiar en Andalucía, ya que se trata la provincia más al sur de Andalucía y de España. Una provincia desde la que en algunos puntos geográficos podemos ver el Norte de África debido a la cercanía. Una provincia que, sociológicamente hablando, está acostumbrada a experimentar la periferia social y cultural en las relaciones de poder con otros territorios del Estado español. Por ello, revindicar la organización colectiva feminista en nuestro marco territorial es fundamental para nosotras.
Estas jornadas nacen de la necesidad de reflexionar sobre el feminismo que necesitamos en el contexto actual y sobre cómo tender puentes para seguir construyendo alianzas feministas en el sur, desde el feminismo andalú. De la necesidad de crear espacios para escuchar con propia voz a personas que sufren desde los márgenes de la sociedad y que no están representadas ni siquiera dentro del feminismo. Toda una declaración de intenciones para seguir ahondando en la perspectiva interseccional dentro del feminismo o, como bien dice Mª José Barrera en andalú, situarnos en las miradas de las atravesás por diferentes opresiones. Trabajadoras sexuales, colectivo LGTBIQ, personas con diversidad funcional, mujeres migrantes, trabajadoras del hogar y el sector de cuidados, precarias y precarizadas de la vida, etc.

No estaremos exagerando si decimos que vivimos una intensa catarsis colectiva, intelectual, política… de esas que dejan resaca durante un par de días; de esas que liberan a la vez que te sacan los colores porque te interpela directamente, te incomoda, te descoloca, te resitúa, te alumbra el camino.
Bien decía Audre Lorde que “no desmotaremos la casa del amo con las herramientas del amo”. De esto nos habló bien claro la primera ponente, Nazaret Castro (periodista feminista e investigadora militante), para reconocer la importancia y la necesidad de construir nuestras propias herramientas para divulgar saberes y conocimientos que sirvan para la transformación social. El periodismo y la investigación social deben servir de herramienta colectiva para cambiar la realidad. Los movimientos sociales producen saberes que en ocasiones no están legitimados. Nazaret nos contó los proyectos colaborativos que llevan a cabo en La Laboratoria, un espacio de investigación feminista en el que ya están trabajando junto con las jornaleras de Huelva, a las trabajadoras del hogar o a las trabajadoras sexuales. «Hay que apostar por un feminismo sindicalista que ponga el foco en las condiciones materiales de la existencia. No basta con interpelar al mundo laboral, sino a todas las dimensiones de la vida». Porque tenemos que tener claro que el feminismo por el que apostamos es el que sirve para construir una alternativa al capitalismo, a los proyectos reaccionarios, al auge del totalitarismo y al avance de las recetas de la ultraderecha. Y para ello el feminismo no puede reproducir formas autoritarias, excluyentes y patriarcales.

De las condiciones materiales de la existencia y de las exclusiones a los márgenes sabe en sus carnes Mª José Barrera (portavoz del Colectivo de Prostitutas de Sevilla y activista por los derechos humanos). Mª José supuso un huracán de saberes lúcidos, certeros y vividos que nos dejó muy claro que una cosa es desear un mundo sin prostitución, y otra bien distinta estar en contra de garantizar derechos humanos a las mujeres que la ejercen. Las prostitutas, en tanto que son ciudadanas, son sujetos de derechos y su actividad no debería implicar, en ningún caso, el recorte de los derechos ciudadanos y sociales que les corresponde: libertad y seguridad personal, respeto a su intimidad, derecho a establecer pactos comerciales con terceros, posibilidad de emigrar, estar amparadas por la Ley de Violencia de Género, etc. Algo que deberían de tener claro todas las que se autodenominan “feministas”, ya que Mª José Barerra ha sido un ejemplo claro de la violencia que han ejercido algunas corrientes del movimiento feminista al instalarse en purismos ideológicos y posiciones de poder y privilegio. «¿Qué va a pasar con las putas si no hay un espacio seguro y reciben violencia por parte del movimiento feminista? ¿Qué manada tenemos las putas?”, interpelaba directamente Mª José para exponer el dolor y la rabia histórica sentida en los cuerpos de las mujeres que continuamente han sido expulsadas a los márgenes. “La sororidad nos ha echado de los espacios feministas, por eso hablamos de zorroridad”; “Hay que hacer un feminismo desde abajo, cadera con cadera», instaba, para dejarnos claro que tenemos que dejar que las opresiones nos atraviesen para acompañar y escucharnos. “Las putas necesitamos que las feministas aliadas pongan el cuerpo”. Y nosotras nos preguntamos cuántas veces habremos pecado de excesivamente cobardes al no poner el cuerpo en primera persona para evitar que las sigan violentando, mientras las seguíamos victimizando una y otra vez y reproduciendo violencia institucional. Por eso, qué lucidez tiene Mª José cuando dice: “Los privilegios de la persona que nos escucha no pueden estar por encima de nuestros sentires”. Y cita a las compañeras de Territorio Doméstico: “Desde la lástima nada; desde la dignidad todo”.
Con este achuchón en el corazón nos fuimos a comer para afrontar la jornada de tarde, que se presentó con una nueva intensidad, con nuevos dolores, rabias, reclamaciones, sentires y saberes. Saberes decoloniales como los que nos aportó Valentina Salinas (investigadora y activista feminista decolonial), que nos volvió a poner de frente el etnocentrismo que padece el feminismo occidental que sigue pretendiendo ser el ombligo del mundo. El feminismo decolonial pretende hacer genealogía feminista en el proceso de descolonización del genocidio en América Latina. A menudo las occidentales, las europeas, las españolas, como nosotras, olvidamos nuestra mirada blanca contaminada y colonialista. Olvidamos el paternalismo que practicamos con las mujeres racializadas y el ejercicio de privilegio que practicamos, mientras entonamos un discurso de supuesta “revisión de nuestros privilegios” que ni es real ni es práctica. Olvidamos que los saberes y los sentires son plurales, que las feministas de “otros lugares” del mundo no salen en nuestra historia. Olvidamos que los cuerpos de las mujeres tienen un potencial revolucionario increíble. «Los cuerpos son el centro de la descolonización. Son el primer territorio de la violencia y la tortura; aún así salimos a la calle con el cuerpo herido para sanar esas heridas como potencial revolucionario”, exponía Valentina, que finalizaba apostando por tejer alianzas en torno al paralelismo con las opresiones que sufren las mujeres andaluzas.

Con la cara colorá por ponernos de frente ante los errores que continuamente cometemos desde estos lugares del mundo privilegiados, siguieron las compañeras de Sanlúcar de Barrameda, Paqui Atienza y Gloria Jurado (trabajadoras del hogar y activistas feministas). Paqui y Gloria fueron voces de muchas mujeres con sus experiencias de vida de cuidado impuesto y de cumplimiento del supuesto “rol natural” de las mujeres. Fueron voces de muchas mujeres invisibles que se confinan en el ámbito de trabajo del hogar y de cuidados donde hay una vulneración de derechos constante. Paqui y Gloria nos hicieron reflexionar sobre nuestras trayectorias vitales, sobre la educación que hemos recibido, sobre la labor de nuestras madres y abuelas como sostenedoras de la vida. De la VIDA en mayúsculas, porque sin ellas nada hubiese funcionado. Nos dejaron claro que el sistema capitalista neoliberal actual es tan depredador que no sólo precariza la vida de las personas, sino que nos extirpa el tiempo para realizar lo esencial en la vida: los cuidados. “Hay que repensar el uso del tiempo. Qué trabajos son socialmente necesarios y cómo los distribuimos. No existe ninguna estructura comunitaria para atender los cuidados como sociedad”, dijo Gloria. Ambas interpelaron al movimiento feminista al destapar cómo funciona la cadena de cuidados en la sociedad de hoy. «Las mujeres que no usan la fregona es porque tienen a otras mujeres que lo hacen… a menudo, de otras latitudes», afirmaba Paqui, para hacer ver cómo se crean jerarquías entre mujeres con diferentes privilegios.
La jornada acabó abordando un tema candente que nos ha provocado mucha intoxicación e indigestión artificial en el seno del movimiento feminista. La cuestión trans fue uno de los temas que nos llevó inmediatamente como Coordinadora Feminista de la Provincia de Cádiz a posicionarnos y a colocarnos como aliadas del colectivo trans, foco de violencia constante. Venimos de una trayectoria patologizante, de considerar a las personas trans como enfermas, como ocurrió con la homosexualidad. ¿Acaso no recordamos que el feminismo nace con la vocación de transgredir la organización social impuesta por el patriarcado? Esa organización que divide el mundo en dos asfixiantes cajas: hombres y mujeres. Una sociedad patriarcal que oprime a todos aquellos individuos que no entran en el binarismo de ser hombre o mujer. “Se me ha obligado a encajar en una feminidad asfixiante. Una feminidad con la que no me identificaba y que no sentida como mía. […] Tampoco encajaba en la categoría masculina. Demasiado vulnerable para ser hombre. Demasiado tierno. […] No hemos nacido en cuerpos equivocados. Es la sociedad la que se ha equivocado con nosotres”, contaba Niwa (investigadore y activista queer), exponiendo vivencias de su trayectoria personal y reivindicando su existencia no binaria. Debemos de dejar claro que en una sociedad libre debemos de garantizar opciones de ser, sentir y expresarse más allá de las etiquetas de género, más allá de ubicarse en el cajón de hombre o mujer. Con claridad, rabia contenida y hartazgo, a la vez que cierta esperanza, Niwa nos contaba su experiencia con el movimiento feminista: “El feminismo me salvó y me jodió la vida a partes iguales”, expresó, para hacer referencia a la violencia y exclusión que ha recibido desde algunos espacios feministas anclados en una visión esencialista y elitista. “Ha sido el transfeminismo el que me ha dado motivos de vida. […] Estoy cansade de que mi existencia sea debatible». Niwa nos dio muchas lecciones. Entre ellas: la honestidad y la legitimidad de su identidad. Por ello, nos demandó alianzas feministas para crear espacios seguros, honestos y de escucha con las personas trans.
Atravesaítas perdías, con la mente expandida y el cuerpo inquieto nos fuimos de unas jornadas que pretendemos que sean germen para seguir construyendo un feminismo del sur basado en todas las opresiones y las desigualdades que nos atraviesan. Un feminismo del sur que construya diálogo, puentes, alianzas, comadreo y desarrolle la escucha, el acompañamiento, la implicación y el acuerpamiento para cambiar el mundo. Porque, como dice Silvia Federici: “El feminismo no se trata de alcanzar la igualdad, sino de transformar este sistema desde la raíz”.
.
Para um feminismo de «quadril a quadril» e com um sotaque andaluz: uma crônica da conferência «Feminismo das margens» em Cádiz.
Por Vanessa Gómez Bernal y Marta Güelfo Márquez
Tradução: Amanda Martínez E.
Neste fim de semana a Coordenadora Feminista da Província de Cádiz realizou a 1ª Jornada sobre Ativismo Feminista na província: FEMINISMO DAS MARGENS. No âmbito do Dia Internacional dos Direitos Humanos, tivemos um dia de encontro, partilha, aprendizado, reflexão e questionamento que diferentes coletivos feministas da província de Cádiz compartilhamos. A localização de Cádiz é peculiar na Andaluzia, pois é a província mais ao sul da Andaluzia e da Espanha. Uma província da qual, em alguns pontos geográficos, podemos ver o Norte da África devido à sua proximidade. Uma província que, sociologicamente falando, está acostumada a experimentar a periferia social e cultural nas relações de poder com outros territórios do Estado espanhol. Por esta razão, é fundamental para nós exigir uma organização feminista coletiva em nosso âmbito territorial.
Esta conferência nasceu da necessidade de refletir sobre o feminismo que precisamos no contexto atual e sobre como estabelecer pontes para continuar construindo alianças feministas no sul, a partir do feminismo andaluz. Da necessidade de criar espaços para ouvir com sua própria voz as pessoas que sofrem nas margens da sociedade e que não estão representadas nem mesmo dentro do feminismo. Uma declaração de intenções para continuar mergulhando na perspectiva intersetorial dentro do feminismo ou, como diz Mª José Barrera em andaluz, para nos situarmos nos pontos de vista das pessoas afetadas por diferentes opressões. Trabalhadoras sexuais, grupos LGTBIQ, pessoas com diversidade funcional, mulheres migrantes, trabalhadoras do lar e do setor de cuidados, precárias e precarizadas pela vida, etc.

Não estamos exagerando se dissermos que vivemos uma intensa catarse coletiva, intelectual, política… uma daquelas que nos deixam de ressaca por alguns dias; uma daquelas que nos libertam e ao mesmo tempo nos sacodem porque nos desafiam diretamente, nos deixam desconfortáveis, nos perturbam, nos situam, e iluminam o nosso caminho.
Audre Lorde disse com razão que «não vamos desmontar a casa do mestre com as ferramentas do mestre». Sobre isso, a primeira expositora, Nazaret Castro (jornalista feminista e pesquisadora militante), falou claramente a fim de reconhecer a importância e a necessidade de construir nossas próprias ferramentas para disseminar os saberes e conhecimentos que possam ser utilizados para a transformação social. O jornalismo e a pesquisa social devem servir como uma ferramenta coletiva para mudar a realidade. Os movimentos sociais produzem saberes que às vezes não são legitimados. Nazaret nos contou sobre os projetos de colaboração que estão realizando em La Laboratoria, um espaço de pesquisa feminista no qual já estão trabalhando com camponesas em Huelva, trabalhadoras domésticas e trabalhadoras sexuais. «É necessário apostar num feminismo sindicalista que se concentre nas condições materiais de existência». Não é suficiente questionar o mundo do trabalho, mas todas as dimensões da vida». Porque é preciso estar claro que o feminismo com o qual estamos comprometidas é aquele que serve para construir uma alternativa ao capitalismo, aos projetos reacionários, à ascensão do totalitarismo e ao avanço das receitas da ultra-direita. E para este feminismo não é possível reproduzir formas autoritárias, excludentes e patriarcais.

Mª José Barrera (porta-voz do Coletivo de Prostitutas de Sevilha e ativista dos direitos humanos) conhece bem sobre as condições materiais de existência e exclusão nas margens. Mª José representou um furacão de conhecimento lúcido, preciso e vívido que nos deixou muito claro que uma coisa é desejar um mundo sem prostituição, e outra bem diferente é ser contra a garantia dos direitos humanos às mulheres que a praticam. As prostitutas, como cidadãs, são sujeitas de direitos e sua atividade não deve implicar, em nenhuma circunstância, a restrição dos direitos de cidadania e sociais: liberdade e segurança pessoal, respeito à sua privacidade, direito de estabelecer acordos comerciais com terceiros, possibilidade de emigrar, estar cobertas pela Lei sobre Violência de Gênero, etc. Isto é uma questão que deveria ficar clara para todas aquelas que se dizem «feministas», pois Mª José Barerra tem sido um exemplo da violência que algumas correntes do movimento feminista exerceram ao se instalarem em purismos ideológicos e posições de poder e privilégio. «O que vai acontecer com as putas se não houver espaço seguro e elas receberem violência do movimento feminista?; Que manada temos nós putas?», Mª José questionou diretamente para expor a dor e a raiva histórica sentida nos corpos das mulheres que têm sido continuamente expulsas para as margens. «A sororidade nos expulsou dos espaços feministas, por isso falamos de vadiagem»; «Temos que criar feminismo de baixo para cima», insistiu ela para deixar claro que temos que deixar que as opressões nos atravessem para acompanhar e ouvir a nós mesmas. «Nós prostitutas precisamos que as aliadas feministas coloquem o corpo». E nos perguntamos quantas vezes pecamos de ser excessivamente covardes em não colocar o corpo em primeira pessoa para impedir que continuassem violentando às mesmas companheiras, enquanto continuamos a vitimizá-las repetidas vezes e reproduzir a violência institucional. É por isso que Mª José é tão lúcida quando diz: «Os privilégios da pessoa que nos escuta não podem estar acima do nosso sentir». E ela cita as companheiras do Território Doméstico: «Desde a pena nada; desde a dignidade tudo”.
Com este abraço no coração, fomos almoçar para assistir à sessão da tarde, que foi apresentada com uma nova intensidade, com novas dores, fúrias, reclamações, sentimentos e saberes. O saber decolonial como o fornecido por Valentina Salinas (pesquisadora e ativista feminista decolonial), que mais uma vez nos confrontou com o etnocentrismo sofrido pelo feminismo ocidental, que continua pretendendo ser o umbigo do mundo. O feminismo decolonial visa fazer a genealogia feminista no processo de decolonização do genocídio na América Latina. Muitas vezes as ocidentais, europeias, espanholas, como nós, esquecemos de nosso olhar branco contaminado e colonialista. Esquecemos o paternalismo que praticamos com as mulheres racializadas e o exercício dos privilégios que praticamos, enquanto entoamos um discurso de suposta «revisão de nossos privilégios» que não é real nem levado à prática. Esquecemos que os saberes e o sentir são plurais, que as feministas de «outros lugares» do mundo não aparecem em nossa história. Esquecemos que os corpos das mulheres têm um incrível potencial revolucionário: «Os corpos são o centro da decolonização». Eles são o primeiro território de violência e tortura, mas nós saímos às ruas com nossos corpos feridos para curar essas feridas como potencial revolucionário», disse Valentina, que terminou apelando para tecer alianças em torno do paralelismo das opressões sofridas pelas mulheres andaluzas.

Com o rosto vermelho frente aos erros que continuamente cometemos a partir destes lugares privilegiados do mundo, seguiram-se Paqui Atienza e Glória Jurado (trabalhadoras domésticas e feministas) de Sanlúcar de Barrameda. Paqui e Glória foram as vozes de muitas mulheres com suas experiências de vida e de cuidados impostos e o cumprimento do chamado «papel natural» da mulher. Elas foram as vozes de muitas mulheres invisíveis que estão confinadas à esfera do trabalho doméstico e de cuidado onde há uma constante violação de direitos. Paqui e Glória nos fizeram refletir sobre nossas trajetórias de vida, sobre a educação que recebemos, sobre o trabalho de nossas mães e avós como sustentadores da vida. Da VIDA em letras maiúsculas, porque sem elas nada teria funcionado. Elas nos deixaram claro que o atual sistema capitalista neoliberal é tão predatório que não só torna a vida das pessoas precária, mas também nos tira o tempo que precisamos para fazer o que é essencial na vida: os cuidados. «Temos que repensar o uso do tempo. Que empregos são socialmente necessários e como os distribuímos. Não existe uma estrutura comunitária para atender aos cuidados como sociedade» (Glória Jurado). Elas desafiaram o movimento feminista descobrindo como funciona a cadeia de cuidados na sociedade de hoje. «As mulheres que não passam pano no chão é porque têm outras mulheres que o fazem… com frequência, sao mulheres de outras partes do mundo», disse Paqui, a fim de mostrar como são criadas hierarquias entre mulheres com privilégios diferentes.
Mas, sem dúvida, a jornada acabou lidando com uma questão candente que tem causado muita intoxicação e indigestão artificial dentro do movimento feminista. A questão trans foi um dos tópicos que nos levou imediatamente como Comitê de Coordenação Feminista da Província de Cádiz a nos posicionarmos como aliadas do coletivo trans, um foco constante de violência. Viemos de uma trajetória patologista, de considerar as pessoas trans como doentes, como aconteceu com a homossexualidade. Será que não nos lembramos que o feminismo nasceu com a vocação de transgredir a organização social imposta pelo patriarcado? Essa organização divide o mundo em duas caixas asfixiantes: homens e mulheres. Uma sociedade patriarcal que oprime todos aqueles indivíduos que não se encaixam no binarismo de ser homem ou mulher. «Fui forçado a me encaixar em uma feminilidade sufocante». Uma feminilidade com a qual eu não me identifiquei e que não senti como minha». «Eu também não me enquadrava na categoria masculina. Demasiado vulnerável para ser um homem. Demasiado terno», «Não nascemos nos corpos errados. É a sociedade que cometeu um erro conosco», disse Niwa (pesquisadora e ativista queer), explicando suas experiências pessoais e reivindicando sua existência não binária. Devemos deixar claro que em uma sociedade livre devemos garantir opções de ser, sentir e nos expressar além dos rótulos de gênero, além de nos colocarmos na caixa do homem ou da mulher. Com clareza, raiva contida e cansaço, assim como uma certa esperança, Niwa nos contou sobre sua experiência com o movimento feminista: «O feminismo me salvou e fodeu minha vida em partes iguais», em referência à violência e exclusão que ela recebeu de alguns espaços feministas ancorados em uma visão essencialista e elitista. «Foi o transfeminismo que me deu uma razão para viver», «estou cansada de minha existência ser discutível». Niwa nos ensinou muitas lições. Entre elas: a honestidade e a legitimidade de sua identidade. Ela pediu alianças feministas para criar espaços seguros, honestos e de escuta para as pessoas trans.
Atravessadas e perdidas, com nossa mente expandida e nossos corpos inquietos, deixamos a jornada, que esperamos seja a semente para continuar construindo um feminismo do sul baseado em todas as opressões e desigualdades que nos atingem. Um feminismo do sul que constrói diálogo, pontes, alianças, camaradagem e desenvolve a escuta, o acompanhamento, o envolvimento e o acordo para mudar o mundo. Porque, como diz Silvia Federici: «O feminismo não é para alcançar a igualdade, mas para transformar este sistema a partir de suas raízes».